¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

martes, 29 de junio de 2010

Gracias



Son seis meses los que "criticasdehoteles" lleva desde su nacimiento. Como sucede con cualquier creación artística, uno cree que sabe como comienza y como podría acabar pero el devenir del tiempo y el discurrir de la mente nos guía por derroteros que ni imaginábamos al principio.

En primer lugar, muchas gracias a todos los que me han leído, con un abrazo especial a los que lo han hecho más de una vez. Un beso a todos aquellos que me han introducido en su carpeta favoritos y un beso con un abrazo a los que se han suscrito a mi blog por RSS o alguna otra cosa de esas parecida.

Un beso muy grande a mi dietista y nutricionista, otro para mi endocrinóloga. Les prometo que ganaré peso en lo sucesivo y me alimentaré como me aconsejan. Y un abrazo, muy especial para mi antiguo compañero de piso que desde el primer día me ha seguido y aconsejado. ¡Ah!, no me olvido de mi querido arquitecto con el cual me une una estrecha y especial amistad.

Durante julio y agosto "criticasdehoteles" estará cerrado por vacaciones. En septiembre volveremos. En  este tiempo visitaremos tres hoteles muy importantes que valoraremos a la vuelta. Son el "Grand Hotel de Estocolmo", el "Albergo della Regina Isabella" en Lacco Ameno, Ischia; y el "Sha Wellness Clinic" en la costa de Altea, Alicante. Aparte, comenzaremos el curso con el "Manual del Turista Educado", un compendio en 7 entregas sobre los usos y costumbres que se han perdido en el viajero.

Todo esto y mucho más a partir de septiembre. Mientras, pongan en práctica lo dicho hasta ahora. Reposen  en sus vacaciones y hasta la vista.

martes, 22 de junio de 2010

The Aleph, Roma




Web
"The Aleph" es un establecimiento perteneciente a la cadena hotelera "Boscolo Hotels", por tanto, comparte diseño con el resto de los hoteles miembros. Sin duda, la galería fotográfica es espléndida, el sistema de reservas muy sencillo y accesible, propiedad de la cadena. Como puntos a mejorar, su diseño, un tanto abigarrado no permite llegar a la información que queremos con la facilidad que se desea. Se echa en falta un poco más de profundidad en los textos explicativos, opción que desde la dirección solventan con una calidad fotográfica envidiable.
Que yo conozca, no tiene acuerdo con ninguna central de reservas hotelera internacional por lo que en mi visita, procedí a realizar la reserva directamente a través de su web. Esta vez opté por una "Doble Deluxe" con desayuno por el tiempo de tres noches.



Imagen de la fachada exterior del hotel.


Check-in
Roma es una ciudad con muy buena oferta hotelera de lujo. "Boscolo Hotels" cuenta en la ciudad eterna con dos sedes, la que nos ocupa, muy cerca de la "Vía Venetto" en la Rua di San Basilio; la otra es el "Exedra", cerca de "Piazza Venecia".
Mi acompañante y yo llegamos al aeropuerto de Ciampino bien entrada la tarde. Un taxi nos condujo directamente al hotel, unos 30 minutos duró el trayecto, aproximadamente. "The Aleph" ganó el Mejor Diseño Interior de Hotel en Europa en el 2004 (Premios Villegiature) y la revista "Travel and Leisure" lo introdujo en el Top 25 de sus hoteles ese año. Por tanto, el hotel nació -como se dice vulgarmente- con buen sello. Su arquitecto, Adam D. Tihany, pretende con la remodelación de un edificio antiguo, conducirnos al impresionante mundo de la "Divina Comedia" de Dante. Cielo e Infierno, comparten espacio con sus correspondientes colores en todas las estancias del hotel.
La recepción, en rojo y negro, presidida por dos guerreros japoneses, perfectamente ataviados, (tan así que dan miedo) queda justo a la derecha de la entrada principal. Con un mostrador pequeño, obtuvimos un "check-in" rápido y eficaz, estábamos cansados. Eso sí,  ningún mozo nos esperaba a la salida del taxi para ayudarnos con el equipaje. Fue un fallo. Tampoco nadie nos acompañó hasta la habitación. Quizá noté cierto nerviosismo en el personal del hotel en esos momentos. Seguramente estarían llenos.




 Detalle del guerrero japonés que parece que te va a atizar con el palo. La recepción, al fondo.


La habitación
Sin ser muy grande, no superaba los 23-25 metros cuadrados, tengo que expresar mi satisfacción. Con una decoración absolutamente cuidada y original, la combinación de colores era exquisita. Apliques de luz de color púrpura combinaban con éxito con murales fotográficos en blanco y negro del antiguo egipto o de la Gran Manzana neoyorquina. El baño estaba situado en un segundo nivel dos escalones arriba y la bañera quedaba al mismo nivel de la habitación, por lo que parecía excavada como si fuera una piscina. El acceso no era difícil, es decir, no te jugabas la vida para ducharte como me ha ocurrido en otros hoteles. Los productos de baño de fabricación propia muy buenos en envases de tubo color rojo pasión (su fragancia era acorde al envase). Ciertamente un baño que merece la pena ser visto y usado. La habitación con cama tipo "queen", muy cómoda, mezcla de pop con neo-clásico. Cortinas opacas que consiguen total oscuridad. Como siempre sucede, la maldita moqueta, una vez más amenazaba mis pies constantemente. Buen acierto en las zapatillas color azul con el emblema del hotel grabado para conseguir aislar las miríadas de ácaros.

El hotel
Aconsejo, sin duda, este hotel para los amantes del diseño tanto en arquitectura como en mobiliario. Los dados suspendidos en el patio interior, impresionan. Hasta los ascensores están decorados de vinilos de emblemáticos actores y directores italianos. Como decía al principio, se ha pretendido adentrar al huésped en el cielo y el infierno dantesco. No soy muy partidario de esos "juegos" decorativos. Lo que está bien, está bien y lo que está mal, está mal. Y déjese usted de tonterías de si en esta esquina parece que estoy hablando con Virgilio o si la iluminación de este "lounge" refleja la estancia del mismísimo Infierno. Si así fuera, no creo que el hotel tuviera buena crítica.


Complejo artístico formado por dos dados suspendidos en el patio interior del hotel.



El restaurante "Maremoto", es el único del hotel y donde se sirve el desayuno. Decorado en tonos rojos, mesas rojas, sillas rojas. No quise probarlo ya que el desayuno me decepcionó tanto que no quise experimentar más. Ya saben, los experimentos... con gaseosa. Nunca he estado en un hotel con un desayuno tan escaso y deficiente. Sin duda, es en este punto donde la dirección del hotel debe hacer más hincapié. Por supuesto, el zumo de naranja era de tetrabrik, el único queso que encontré eran de esas porciones tipo "el caserío". No exagero si afirmo que el plato estrella del desayuno era el jamón york. La bollería grasientamente industrial; de esa que vas repitiendo toda la mañana acordándote de algún pariente del camarero -y eso que ambos no tienen ninguna culpa. No veo distinción entre este desayuno y otro de un mal motel de carretera o de un albergue de peregrinos. Quizá la diferencia estribaba en que en este podías tomarte los quesitos que quisieras, en los otros te administran hasta donde puedes comer y, si quieres repetir tostada, no te dejan.

El "Wine Bar Dionisio" y el "Angelo Lounge Bar", accesorios al restaurante, son sede de ese tipo de gente que se autodenomina "cool" o "gente guapa". No entiendo bien ese tipo de términos o catalogaciones. Eso sí, en ellos pudimos disfrutar de muy buenos mojitos y "bloody-marys", asientos cómodos y muy buen servicio. Aunque creo que ya ha pasado un poco, sigue siendo punto de encuentro de romanos después o antes de cenar. Ya saben, las modas siempre pasan.
Si las condiciones climatológicas lo permiten, tómense el cóctel en la terraza abierta de la azotea del hotel. Tiene unas vistas maravillosas.



Bonita terraza con vistas del hotel.


Hoy en día parece que un hotel sin Spa pierde la categoría de hotel. Y no entiendo porqué. El de "The Aleph" es muy coqueto aunque el espacio es hiperreducido. Suficiente para sofocar el calor romano del ferragosto después de un día de turismo. No esperen un templo de la belleza y del bienestar, cascadas de chorro, tratamientos ayurvédicos, pediluvios y zarandajas varias.


Detalle de la piscina del spa. Pequeña pero coqueta.



La localización no es mala pero Roma es tan grande como eterna y, al final, tiras de taxi. Si usted quiere algo más céntrico (por llamarlo de alguna manera), ponga el eje de búsqueda en la "Piazza Spagna". Aún así, tenías boca de metro a dos minutos andando, en Barberini.

Check-out
Muy atento el servicio en todo momento, y eso que sabían que era español. Se agradece. En la factura, todo correcto. Eso sí, no quise coger otra vez el taxi de vuelta a Ciampino sin exhortar, con la educación que me impregna, de la no realización del "turn-down". Me comentaron que tomaron nota para que no vuelva a suceder. Este con el fantasmagórico desayuno, fueron los fallos a mejorar durante mi fabulosa estancia en la ciudad de las siete colinas.

martes, 15 de junio de 2010

De tumbonas y toallas



Llega el verano, el calor arrecia y los destinos de playa -y piscina- se hacen más apetecibles. Qué mejor que, después de un paseo por un paraje agradable, darse un chapuzón o tomar un poco el sol, lógicamente sin pasarse.
Quiero, en estas líneas, proporcionar una serie de directrices para que esos maravillosos momentos de relax sean verdaderamente eso y no situaciones incómodas propias de campings de carretera.

1.- Siempre hay que acudir a la piscina del hotel con la indumentaria y calzado adecuado. Salvo que la piscina sea cubierta, no se debe ir con albornoz. Lo mejor unas bermudas con camiseta para los hombres (debajo llevaremos el traje de baño); un pareo o vestido liviano para las mujeres (también debajo llevarán el traje de baño). Si la piscina está provista de cabañas, no hay problema puesto que las usaremos como vestuario. Por tanto, si es usted un "pecho-lobo", no se ponga nervioso, ya tendremos todos ocasión de ver su torso descubierto pero, por favor, no lo vaya exhibiendo desde su habitación. Lo mismo ocurre con su bañador "tipo nadador o slip", ya habrá ocasión de mostrarlo.

2.- La dirección del hotel se cuidará en todo momento de nutrir generosamente de toallas el solarium de la piscina. Un hotel que no cuida este detalle, no se puede catalogar de lujo. Repartidas por varios sitios deben depositarse toallas "de playa" para el uso de los clientes. Habrá que reponerlas cuando vayan quedando pocas.

3.- El cliente elegirá la tumbona que quiera. Si hay que extender la sombrilla o hay que mover la hamaca, nunca lo hará él mismo. Llamará a la persona de servicio que se encuentre en el solarium en ese momento para que lo haga él. Queda feísimo ver a dos huéspedes mover camas y sombrillas a peso como si fueran trabajadores del hotel.

4.- El cliente, al llegar a la zona de piscina, cogerá dos toallas por persona. Una la extenderá en la tumbona. La otra la reservará para secarse al salir del agua, si lo ve conveniente. Es de guarros tumbarse en la hamaca a tomar el sol sin poner una toalla debajo.

5.- Al terminar en la zona de la piscina, tomaremos nuestras toallas usadas y las depositaremos en los cestos que el hotel provee para su recogida. Este punto es el más importante. Es de maleducados abandonar la piscina dejando las toallas extendidas en la hamaca. Recientemente me ha pasado en un hotel que, estando absolutamente sin nadie la zona del solarium, no pude utilizarla ya que, ni había toallas limpias ni había tumbona que no tuviera toallas extendidas. Por tanto, aunque vayamos a volver a las dos horas, dejaremos las hamacas libres y echaremos al cesto las toallas usadas. SIEMPRE.

6.- Si el hotel quiere prestar, de verdad, un servicio de lujo, estará pendiente de retirar las toallas que los clientes despistados y con poca educación no han dejado en el cesto al marcharse de la piscina.

7.- Un hotel que no destine obligatoriamente al menos a uno de sus empleados a este cometido, debería introducirse en el ingente océano de los cuatro estrellas.

martes, 8 de junio de 2010

La tía Paca y su hotel rural



Recuerdo cuando empezaron a proliferar los hoteles rurales en la década de los noventa del pasado siglo. En España de no haber más de una docena de establecimientos de este tipo, de la noche a la mañana, comenzaron a nacer cientos, miles, millones, trillones de hoteles con este perfil. La historia que voy a contar refleja lo que seguro, a todos, nos ha sucedido cuando hemos decidido optar por este tipo de hoteles.
 
Y es que hasta la tía Paca que tenía un corral de gallinas con un almacén muy mono, lo restauró y puso cuatro camas y un sofá al lado de una estufa o una chimenea, se dio de alta en el IAE - porque se lo indicó su sobrino - y ya está, una tiburón de los negocios hoteleros. Su hijo, que es un manitas en eso del Internet, le sacó cuatro fotos al corral, cogió un modelo de web de esas que regalan y, diciendo que era un paraje idílico, con posibilidad de practicar cualquier deporte imaginable, esperaron sentados a que algún madrileño despistado picara el anzuelo.
Y la leche si picaron. No solo madrileños. Tontos de alta alcurnia -entre los que me encuentro yo- hemos sucumbido al hotel rural de la tía Paca. Incluso algún contumaz repitió en varias ocasiones la jugada. El hombre siempre tropieza varias veces en la misma piedra.

Durante el viaje por carretera, todo eran ilusiones. "¿Cómo será el hotel?" "Tiene que ser precioso", "Chata, vamos a descansar como nunca"... Al llegar, la realidad empieza a cambiar. En primer lugar, si no traías un vehículo 4x4 era imposible llegar al "hotel". Si ese fin de semana era lluvioso, mejor darte la vuelta, si el barro no lo conseguía antes. Por fin, lejos de cualquier cobertura gps o "tonton", la tía Paca nos esperaba sonriente para darnos la acogida en su corral, perdón, su "hotel" rural.

Con la cara de susto de no habernos matado en el camino con el coche, montaña abajo, parece que la recepción, encima de esa mesa camilla con tapete que nos hace la tía Paca, nos relaja un poco. Miras a derecha e izquierda y sólo ves escaleras y muebles viejos. Siempre hay un perro a los pies de la tía Paca de turno que le tiene mucho cariño. Ella no para de hablar. Te ametralla a preguntas, algunas indiscretas. Que de donde eres, que en qué trabajas, que si tienes hijos, que la crisis es galopante, que su "hotel" es el mejor del mundo, que le han dado el premio Soria turística, que la han concedido la K de calidad...
Tú, que eres muy hombre, te empiezas a imaginar qué vas a hacer en esos dos días que aún quedan para irte. El domingo se ve lejano el viernes. La tía Paca te pregunta si vais a cenar en su "restaurante". Tú, por no volver a coger el coche le dices que por supuesto. Te quedarías sin cenar por no volver a arriesgar tu vida y la de tu acompañante. Llave -de esas pesadas con una tira cursi de hilo- en mano, comienzas a subir escaleras de esas de madera que hacen un ruido tremendo. La entrada a la habitación es "supercalifragilisticaespialidosa" (eso comentaba Mary Poppins que se dice cuando no se tiene nada que decir). Una cama con un cubrecama estampado, todo de madera oscura. Una silla y una mesa tipo "tocinera", cortinas también estampadas. Un baño estoico, con suerte dos tarritos de gel, bañera con cortinilla. Suelo de madera, de ese que hasta con zapatillas hace ruido; siempre teniendo cuidado de no darnos en la cabeza con alguna traviesa de madera del techo. Ah, y un televisor de 16 pulgadas encima de la mesa tocinera.
Uno que lleva el estrés de toda una semana de trabajo, intenta pegarle un "apretón" -perdón por la expresión a la pareja, aunque sea para aprovechar mejor el tiempo. En media hora, a lo sumo -eso depende de varios factores-, ambos se encuentran duchados y listos para cenar. Son las nueve de la noche.

Bajando, de nuevo, con cuidado de no hacer mucho ruido, por las escaleras de madera, camino del "restaurante" le dices a tu pareja: "Piluca, al menos esta señora nos dará bien de comer, seguro que me plimplo un buen cochinillo". La entrada al comedor es sospechosa. Siempre hay una mesa ocupada por dos señores mayores y, tan solo quedan tres más. El espacio es mini-malista, es decir, enano y malo. Los manteles oscuros y la luz viene de apliques incalificables de pared. Lo que no sabe el caballero del cochinillo es que la hija de la tía Paca, ha hecho un cursillo de cocina vanguardista de dos semanas de duración en los fogones de la escuela de Arguiñano. Ella, cual Gordon Ramsay se tratara, nos ofrece un menú degustación que lo único denso que tiene son los nombres de los platos. Siempre aparece alguna "espuma", "flor de calabacín", "crujiente de lo que sea" y todas esas chuminadas que si no eres de verdad un gran chef, no dejan de ser imitaciones baratas.
Tú, que creías que la tía Paca era buena cocinera, como tu madre, te desilusionas. Comes el menú que ni fú ni fá y bebes bastante vino para ahogar tus penas. Al final de la cena, sale la chef. En vez de enviarla a freir espárragos o flores de calabacín, le das la enhorabuena y te ofrece tomar la copa en el "lounge bar". Dicho "lounge" es un adyacente al antiguo corral de gallinas que han pintado de verde pistacho y lo han decorado con muebles de Ikea. No hay nadie. Tú pides un gin-tonic, ella un "Cosmopolitan". No saben hacer el último y tu pareja se conforma con un San Francisco hecho de zumos de bote. A las once y media, subes a descansar a la habitación.

La cama, con cabecero de madera rancia, es de muelles, de esas que te deslizas hacia el centro chocándote con tu pareja que le ocurre lo mismo pero al revés. Antes ya la habías utilizado pero como era para otros menesteres no te habías dado cuenta. Pones la tele y solo se ve con nitidez Tele5. El Sálvame no te interesa y pones la radio que te has traído. Solo eres capaz de sintonizar en AM una emisora marroquí. La FM ni se la ve ni se la espera. No te puedes dormir. Esto no pinta tan bien como creías. Al menos te calmas pensando en que, a la mañana siguiente, te relajarás en el Spa del "hotel rural". 

El nuevo día nace y te espera. La ducha tiene menos presión que un globo de feria. Bajas dispuesto a desayunarte bien puesto que la cena no fue del todo de tu agrado. Los dos señores mayores que nunca hablan entre sí están sentados en la misma mesa que la noche anterior. El "tipo buffet" solo tiene eso de desayuno, el tipo. Pan, mantequilla, aceite (de oliva pero "clarete"), jamón york, chorizo del barato, queso duro, algún bollo, mermelada de ciruela, manzanas y zumo de naranja y piña de tetrabrik. Tienes hambre pero el señor de la mesa de al lado y su obesa mujer han acabado con los embutidos. La hija de la tía Paca parece que está preparando el menú de la comida y nadie repone ninguna bandeja. Te inflas a pan con mantequilla y vuelves a subir a la habitación para prepararte para ir al Spa. Llueve.

Con la indumentaria adecuada, volvemos a bajar las puñeteras escaleras. Piluca te dice que se va a dar una envoltura de chocolate y te obliga a que tú te des una de lava volcánica (en el fondo quiere que te la den caliente) que te deja muy limpios los poros. Tú, obligado, asientes, pero lo único que te interesa es meterte en la piscina y que los chorros te den por todas partes. El Spa está situado en el antiguo corral. En él han excavado una piscina de esas prefabricadas y el único chorro a presión que tiene es el caño de llenado. ¡Horror! La tía Paca en persona es la directora del Spa. Hizo un cursillo por correspondencia de gestión de locales de ocio. Le preguntas qué tratamientos imparten y te dice que sólo masajes. Un hermano suyo estudió fisioterapia en Francia hace cuarenta años y, si queremos, le pega un telefonazo y se planta aquí inmediatamente. Piluca quiere llorar porque ve que se queda sin su envoltura de chocolate. Tú dices que sí a lo del hermano fisioterapeuta, al menos algo es algo. La tía Paca nos dice que esperemos al tratamiento en la "zona de baños". Te metes en la piscina y gritas cual marrano porque el agua está helada. Consigues aclimatarte pero enseguida tienes que salirte. Al final, tu pareja y tu, esperais el masaje en dos tumbonas baratas de playa, por supuesto sin toallas. 

Directamente aparece en escena, Anselmo, hermano fisioterapeuta de la tía Paca. Piluca dice que ese señor no le echa la mano encima y, al final, tú -que eres el que no querías- te tienes que dar el masaje. Te pasa a una habitación (como la nuestra, nada de una suite para tratamientos) y te dice que te eches en la cama bocaabajo desnudo. El momento es muy embarazoso. Él levanta metro ochenta del suelo y pesa 120 kilos y a ver quien le lleva la contraria. Tú le obedeces y él de un salto se monta encima tuya a horcajadas, como si fuéramos dos amantes en una noche loca de amor desenfrenada. Tú te "cagas" en la hora que decidiste venir al "hotel rural". Mientras te destroza la espalda, Anselmo, te cuenta sus aventuras de estudiante en París. Al final, deshecho, como un piltrafilla, le das las gracias y te reúnes con tu pareja en la incómoda tumbona del Spa. Piluca te echa la culpa de haber elegido semejante lugar para pasar un fin de semana de lujo. Ella prefería Barcelona.

Ha parado de llover y prefieres arriesgarte a coger el coche para ir a la civilización más cercana (18 kilómetros) para comer algo. En un bar de pueblo, al menos consigues comida casera. Vuelves para echarte una siesta puesto que en el pueblo no hay nada para ver, excepto ancianos con bastón que miran a Piluca detenidamente.

En la siesta, intentas que Piluca te deje darle otro "achuchón", pero ella no está ya para muchos trotes. Sin  radio, sin canales de televisión, sin libro (eso nunca va en la maleta) sólo te queda dormir un rato. 

A las seis de la tarde, ya no sabes qué hacer. Al final acabas en la "recepción" jugando una partida de trivial desganada haciendo la hora para cenar. Siempre te queda la esperanza de que Paquita, la hija de la tía Paca, se haya esmerado en el menú de la noche.

A las nueve, vuelves a bajar por las malditas escaleras (estás hasta las narices de ellas) y en el comedor, la misma pareja de siempre. Llegas a pensar que son dos maniquies o dos actores de reparto que han puesto para hacer bulto. Y ¡Decepción! El menú es el mismo de la noche anterior. Tú piensas, y tanto que es el mismo, tan solo que hoy lo recalientan de ayer. No aguantas más y pides, por favor, si te pueden hacer unos huevos con chorizo. El camarero (también es el que limpia las habitaciones) se lo dice a Paquita e indignada, sale a decirte que si no sabes valorar la cocina de vanguardia. Tú te callas y te comes otra vez la espuma, las flores del calabacín y su puñetero padre, el crujiente de las narices. De postre comentas si te pueden traer algo de queso. Craso error, te sacan el que sobró del desayuno, un manchego soez más duro que una piedra. Paquita vuelve a salir para que le des la enhorabuena y ofrecerte la copa en el "lounge bar". Declinas la invitación so capa de que estás muy cansado. Vuelves a subir las escaleras de madera y sólo quieres dormir para que sea domingo e irte de ese lugar.

A la mañana siguientes, después del pésimo desayuno y la ducha sin presión, te tomas un Naproxeno porque sientes la espalda como si te la hubieran partido. Tus cervicales te destrozan la cabeza y te sientes mareado. Te acuerdas de Anselmo y de su hermana y de algún pariente más.

Cierras la maleta y, por última vez, bajas las escaleras. La tía Paca te espera en la mesa redonda con tapete de la "recepción". "Pues nada, Señora Francisca, que nos vamos ya y que lo hemos pasado muy bien, ¿Cuánto le debo?. La tía Paca saca un papel que ya lo había rellenado y te lo pasa,  586 euros. 

A boli ha escrito: "habitación 160 x2 320. Desayuno 10 x4 40. Cena 40 x4 160. Bar 8 x2 16. Spa, zona de aguas 15 x2 30. Tratamientos holísticos 60. Total 586 euros. Iva Incluido. Parking gratuito.

Tú te cagas, con perdón, en la tía Paca y en la mala hora que decidiste venir a este "hotel rural" y no al "Arts" de Barcelona que habías encontrado buena tarifa. Menuda lista la tía Paca que te ha sacado del bolsillo cien mil pesetas por una filfa. Y menudo tonto tú por haber picado el anzuelo. Ella nos despide con un beso, cual pariente nuestro fuera y, camino de tierra abajo vuelves con tu coche jurando no decirle jamás a nadie lo que te ha sucedido.

Nota de Alfredo: Existe en el municipio de Jaraíz de la Vera, Cáceres, una casa rural llamada "La Tía Paca". Dicha casa incumple cualquier característica de las anunciadas en este post y, lejos de mí, herir cualquier sensibilidad que no sea la mía.

lunes, 7 de junio de 2010

Yotel Schiphol. Un alto en el camino








Algunos de mis, cada vez más, seguidores (se agradece) se preguntarán qué hago haciendo una reseña de un "hotel" ubicado en el interior de un aeropuerto. Entrecomillo hotel porque, en realidad, Yotel, no es un hotel corriente ni, mucho menos, un hotel de lujo. Por ello el título de mi entrada es "un alto en el camino".
Me pudo la curiosidad. Había oído hablar de esta empresa que, actualmente, posee tres sedes. La que hablamos ahora situada en el aeropuerto de Amsterdam, otra en London Gatwick y otra en London Heathrow.

Yotel Schiphol es un recinto situado dentro del aeropuerto, en el Lounge 2 del mismo y se accede a él una vez pasado el control de pasaportes. Por tanto, si no se posee una tarjeta de embarque, no se puede entrar. Es lógico que sea así. Habría que ser estúpido para reservar este "hotel" para hacer unos días de turismo. La idea está muy bien pensada. Schiphol es un aeropuerto de mucho tránsito y, sobre todo, de muchas conexiones de vuelos internacionales e intercontinentales. Por tanto, el viajero puede relajarse unas horas y retomar fuerzas para continuar el viaje.

Yotel no se reserva por noches sino por horas. Lo puedes hacer directamente desde su página web www.yotel.com que engloba los tres recintos de los que hablaba anteriormente. Te hacen el cargo inmediatamente en la tarjeta de crédito en el momento de la reserva, no obstante puedes cancelarlo en cualquier momento. Está bien ideado para dar facilidad al cliente que, por retraso de su vuelo, no puede llegar a la hora prevista.

El acceso es muy sencillo y está muy bien indicado. El check-in lo haces automático en una máquina. No son habitaciones, son cubículos absolutamente enanos pero, tengo que decirlo, mejor cuidados y con prestaciones mejores que las de algunos hoteles que se dicen buenos.
Hay tres tipos de "habitación", "standard" con cama simple para una persona; "twin" con dos camas en litera y "premium" con cama de matrimonio para dos personas. Yo elegí esta última.
La entrada causa impresión. La cama está recogida como si fuera un sofá. A dos pasos enfrente, el cuarto de baño con lavabo, ducha e inodoro. Dos enanas mesillas de noche pegadas a la cama. Son absolutamente polivalentes para dejar desde la maleta de mano hasta el móvil. Para que me entiendan, se asemeja a un vagón de tren o a un pequeño camarote de barco. Pero me gustó porque todo está cuidado hasta el más mínimo detalle.

La ventana tiene un estor que, una vez bajado, consigue la absoluta oscuridad, la cama tiene en un lateral un "display" totalmente automatizado con el que se controla todo el cuarto, luces, televisión, calefacción, aire acondicionado. La cama se estira pulsando un botón y, créanme, es más cómoda que la de algunos hoteles de lujo en los que he estado. El silencio es absoluto. Además posee un servicio de habitaciones que te acercan la comida solicitada.

El baño llega a crearte sensación de amplitud, buen jabón de manos, gel y champú y está completamente separado del resto del cubículo con una mampara traslúcida que confiere cierta intimidad. Y digo cierta porque esta estancia es imposible compartirla con un enemigo; aunque digan que el roce hace el cariño. Prohibido para encuentros de divorciados.

Mi avión despegaba a las seis de la mañana y, de esta manera, pude levantarme tranquilamente a las cinco y cuarto. De haber estado en Amsterdam ciudad, hubiera tenido que dejar la cama a las cuatro, a esas horas no se es persona ni nada.

La limpieza y el cuidado de los detalles es lo que más me sorprendió. Esta es la razón por la que le he dedicado a Yotel una reseña solo para él.

Buen viaje.

martes, 1 de junio de 2010

La maleta, esa gran desconocida


Llevaba tiempo intentando escribir unas letras sobre el instrumento más importante del viajero, la maleta. Pido perdón a los que me tachen de simplón pero, muchas veces, pasamos por alto cosas tan comunes que se vuelven raras.

Una de ellas, sin duda, es la maleta del turista.

Una vez, el banco con el que trabajo, tuvo el detalle de regalarme una maleta (tipo de cabina) por mi fidelidad para con ellos. Se lo agradecí, como siempre con la amabilidad que me caracteriza. Automáticamente después me deshice de ella. Para que puedan hacerse una idea, era exactamente igual que esa que utilizan los "insersos" cuando "los llevan" a Benidorm.

No crean que afirmo necesario tener una "Louis Vuitton" para viajar (yo no la tengo) pero un mínimo de decoro en el "perrito faldero" que arrastramos por aeropuertos, estaciones de trenes y recepciones de hoteles es indispensable.

Elegir el tamaño de la maleta es un arte. Conozco a personas que para un fin de semana necesitan tres maletas grandes y otros que para una semana de vacaciones en Capri solo usan una de cabina. Cada persona es un mundo y su vestidor un universo pero hay que viajar con el equipaje adecuado, incluido metrosexuales y señoras.
No es lo mismo residir cuatro días en el Ritz de París que pasar un puente en el Hotel Pitrizza de la Costa Smeralda en verano.

Lo que nunca debe faltar en una maleta de un turista con clase es:

- Una corbata -aunque estemos en agosto-.
- Una chaqueta "Blazer" o "Teba".
- Unos mocasines o calzado formal.

Respecto a las señoras me es imposible articular palabra ya que el vocablo "necesario" varía según la personalidad. Siento no pronunciarme aunque crean que quedo guardando la ropa.

Las parejas que me lean ya tienen un nuevo regalo para hacerse en el próximo aniversario. Un buen "fin de semana" -así se llaman las "tipo cabina"- o una buena maleta -aconsejo de cuatro ruedas-. Queda prohibido las maletas xxxl. Son groseras, parecen ataúdes y son tan difíciles de manejar que no merecen la pena.

Queda terminantemente prohibido utilizar maneras de "mochilero" colocando pegatinas en la maleta de los diferentes viajes que vamos haciendo. Al igual que todo en esta vida, su maleta también envejece. Por tanto, revise si la suya ya está en periodo de jubilación. Si le tiene mucho cariño, cásese con ella pero no la obligue a viajar en tan penoso estado.

Y, por favor, si viaja en avión, elimine inmediatamente esa "vitola" que nos ponen en el equipaje de mano a modo de seguridad. No intente decorar su maleta.