Si existe un elemento que confiere clase y buen gusto a un hotel, ese es -sin dudarlo- la puerta giratoria de su entrada.
Hay muchas y de muy diverso tipo, pero todas acaban presidiendo el lugar más emblemático del hotel. Su entrada.
Sucede que no todo el mundo sabe cómo actuar y enfrentarse en el momento en que se topa con una. De hecho, debería ser el examen al que cualquier huésped tendría que someterse para proceder a registrarse como tal (si supera la prueba), o continuar girando otros 180 grados y salir por donde ha entrado (si su infinita palurdez no le permite cruzarla como se debe).
Una puerta giratoria debe ser cruzada, en primer lugar, con decisión. Es decir, si soy un patán que no me atrevo a cruzarla con la valentía suficiente, porque creo que me voy a estampar con algún canto del cristal, mejor pedirle al botones que me abra alguna de sus puertas (tradicionales) laterales y ya está. No crearemos una cola infinita a la entrada, todos esperando a que nos decidamos a pasar, causando el ridículo más inmenso.
Otro de los grandes retos lo tenemos en el número de personas que pueden pasar, a la vez, en cada viaje de la puerta. Independientemente del volumen físico que puede albergar, les puedo afirmar que he visto barbaridades impúdicas ante ese tema. Los insufribles impacientes son capaces de pasar en manadas, apretadas como sardinas en lata, abrazados cual amantes, manteniendo la respiración y dando pasitos muy cortitos -como mentecatos- y muy rápidos, para llegar al otro lado de la puerta. Si te sucede alguna vez y en ese corto viaje te topas con algún o algunos impacientes; y notas en tus partes pudendas algún toque, no creas que existe ninguna insinuación chabacana. Es, tan sólo, un maleducado impaciente que, no se ha podido esperar dos segundos más al siguiente viaje de la puerta para entrar -o salir-. ¡Cuidado! Son tan impertinentes que pueden llegar, incluso, a empujarte.
Existen puertas giratorias manuales o mecánicas. Las primeras confieren ese halo de nostalgia y clase maravilloso pero, a su vez, requiere una mayor atención para cruzarlas. Puede ser que a mitad de tu viaje entre por detrás un bestia, arreando tal empujón a la puerta que te haga dar tres vueltas seguidas como si de un dibujo animado se tratara. Las mecánicas, en cambio, confieren mayor seguridad y ritmo pero dan una sensación de más frialdad y menos acogimiento.
Por último, como defensor que soy de este tipo de puerta, no he encontrado un sistema que resguarde o preserve tanto de las condiciones climatológicas. Guardan el calor del establecimiento sin dejar que pase el frío y preservan el aire acondicionado sin que el calor de fuera lo agote.
Es el poder de la circunferencia no apto para mostrencos.
Buenas tardes.
ResponderEliminarDescubrí ayer este blog por casualidad. Lo primero, le felicito por los textos tan estupendos que nos brinda cada cierto tiempo. Soy amante de los hoteles, en especial de los de lujo. Lamentablemente, en estos momentos no puedo permitirme el lujo de pagar un hotel de estas características, pero gracias a su blog podemos seguir haciéndonos la idea del mundo tan maravilloso que hay detrás de esas puertas giratorias...
Un saludo, Álvaro S.
Hola Álvaro. Perdone mi retraso en contestarle. Gracias por su comentario tan alentador y bien construido. No se crea que yo me paso el año viajando de hotel en hotel (sería muy aburrido y cansino a la larga). Si es posible, lo mejor es ahorrar un poquito, saber buscar y encontrar y darse ese pequeño lujo. Aún así, me encanta oir que este blog vale para pasar un buen rato imaginando un viaje. Para lo que quiera, Álvaro, estoy a su disposición. Un saludo.
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