¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

martes, 8 de noviembre de 2011

Los rusos de la piscina




Tengo cierta manía a las vestes de rusos que invaden nuestros hoteles durante todo el año. He aquí lo que me sucedió este verano en un hotel mientras pasaba unos días de descanso con mi acompañante y nuestro hijo. Mi acompañante es mi mujer a la que adoro y le fastidia un pie que le llame acompañante.

En el área de la piscina intentaba a toda costa que mi niño no hiciera muy a menudo lo que es consustancial a su naturaleza por genética; me refiero a gritar. En ello ponía todo mi empeño, intentando distraerlo pero no tanto que llegara a exaltarse y, por tanto, proferir el desagradable grito, no de aburrimiento o dolor sino de júbilo y diversión (que es el más agudo y llega a hacer sangrar los oídos). Pues bien, todo iba muy bien, incluso los señores ancianos del sector izquierda sonreían tenuemente como dando a entender que el niño no les estaba molestando. Yo, intelectualmente agotado por el esfuerzo, continuaba distrayéndolo para que esos señores ancianos y los obesos del fondo pudieran seguir tumbados cual féretros al aire. Pero todo empezó a cambiar cuando una familia de rusos acampó en la piscina. Llevan escrito en la frente que son rusos. Suelen viajar en familias, por no decir castas, de entre 10 y 20 personas, campan por las instalaciones del hotel como un chimpancé por los árboles sin importarles ni el señor obeso del fondo ni su puñetera madre. Los niños de las familias rusas tienen la misma educación que los monos de los que hablaba antes. Se tiran a la piscina de bomba intentando caer lo más cerca posible de tu posición, para joder, claro. Comen y beben a todas horas y en todo momento. Las señoras suelen estar todas operadas de estética, sobre todo pechos y zonas celulíticas; y utilizan un tinte de pelo tan rubio que aún hoy el Csic se pregunta por su componente químico.

Yo, que soy un gilipollas, me quedo con cara de apavado al ver cómo los padres de los niños rusos ni siquiera están mínimamente pendientes de ellos mientras que yo, estoy totalmente pegado a pespunte en todo momento a mi churumbel, intentando que no haga el más mínimo ruido. Mi acompañante  -que sí, que te quiero mucho, mi vida- que es bastante más realista, me mira con enfado como diciendo; imbécil, mira tú que no haces otra cosa que intentar que el niño no haga ruido y mira los rusos como salpican los energúmenos de ellos.

Cualquier niño de menos de 8 años y cualquier ruso (sea cual sea su edad) tienden por naturaleza a ocupar por completo la zona de la escalera de acceso o salida de la piscina. Casi tuve que pedir auxilio al socorrista para que me sacara de la misma ya que no había manera de que te dejaran subir un momento por ella. No poseo la suficiente fuerza de brazos como para poder abandonar el agua desde el borde sin escalera. Yo creo que no saben nadar y eso les da seguridad. De lo que sí estoy seguro es de su falta de educación al ocupar constantemente la zona de la escalera y, por supuesto, les importa un pimiento que el resto tengamos que utilizarla para entrar o salir del agua.

Cuando, por fin, la familia rusa salió del agua, le piden al camarero unas fuentes de fruta que comienzan a devorarla con las manos, como los gorilas. Las pepitas de algunas frutas eran escupidas groseramente al suelo y la toalla era utilizada de babero-servilleta.

Por fin, cayó la tarde y pudimos abandonar la zona de guerra y refugiarnos en la habitación del hotel.

A la hora de la cena, tuvimos la gran mala suerte de volvernos a encontrar en mesas casi contiguas. Reconozco que tengo mal fario y que el destino me los pone siempre lo más cerca posible. Todos, en una enorme mesa corrida gritaban como los indios apaches, sin importarles un bledo el resto de los comensales de las mesas restantes. El pater familia se pimplaba un puro entre plato y plato, de esos que tienen el tamaño de un pepino -era una terraza-. Una de las hijas, no tendría más de quince o diecisiete años, llevaba un escote inexistente -es decir, casi las tetas al aire-. El vino que pidieron era Vega Sicilia. Sólo los nuevos ricos piden un vino así para una cena común. Los platos, miles y miles, según llegaban a la mesa, eran retirados por los camareros. En definitiva una caricatura de orgía barata pseudoromana plagada de estupidez y chabacanería. Les aseguro que el precio del cubierto -sin ostentosidades- de ese restaurante era muy elevado. No me quiero imaginar la factura que les tuvo que llegar. Pero a ellos se la suda, sacan seis o siete billetes de quinientos y a vivir que son dos días. Bien, lo voy a dejar porque me exacerbo.

Todo ello me dio que pensar. Les aseguro algo. En mi blog he hablado varias veces sobre la mala educación de los españoles en comparación con otros europeos, sin incluir los rusos que esos están fuera de medida alguna. Pues bien, después de varias anécdotas como estas y de haber coincidido con familias españolas en los mismos lugares que me he encontrado con estos rusos, debo afirmar que los españoles somos los más educados. Matizo, los maleducados son muy maleducados pero los educados son los más educados. Aquí, todos deberíamos aprender. Bueno, todos  todos, no. Los rusos continuarán invadiéndonos y gastando su dinero a espuertas, -al menos no se resentirá nuestro sector hotelero- dinero que sinceramente, siempre me he preguntado de donde sacarán. Bueno, en el fondo, me importa un rábano, justo el mismo que les importo yo y el resto de huéspedes que coincidimos con ellos en un hotel.

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