¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

jueves, 25 de noviembre de 2010

El quejica. Manual del turista educado. 5ª entrega

El turista quejica, suele tener una edad avanzada (más o menos a partir de 55 años), viaja siempre en compañía de una señora, generalmente obesa y con rizos en el cabello fijados con laca barata. Él, casi siempre es calvo, con barba descuidada, no muy alto, con incipiente panza cervecera y -siempre- usa gafas de sol. Lectores, si alguno de ustedes coincide en un hotel con un huésped de estas características sepan, casi con toda seguridad, que se han topado con un quejica.

Este tipo de persona se caracteriza, ante todo, por estar continuamente protestando por cualquier incidencia que ocurre en un hotel, por indiferente que parezca. Siempre que pasa por delante del mostrador de recepción, como si un gran imán le atrajera, no puede evitar acercarse a quejarse por alguna circunstancia acaecida. Que si el agua de la ducha sale muy fría o muy caliente, que si los vecinos de la habitación de al lado han estado toda la noche "tracatraca-tracatraca", que si un niño no paraba de llorar, que el zumo de naranja del desayuno no era natural, que el agua de la piscina está muy fría, que en el tratamiento de masaje del Spa le han dejado mal la espalda, que la mesa donde suelen desayunar estaba ocupada por un congreso de "hindúes", que han tenido que esperar al taxi más de dos minutos, que el aire acondicionado de recepción está muy alto, que el colchón es incómodo y además no es de látex, que el restaurante tiene poca luz, y así hasta el infinito de absurdas quejas infundadas, basadas tan sólo en manías descerebradas de gruñón talludito.

Al menos, podemos afirmar que, al margen del personal del hotel, el resto de los huéspedes no tenemos que sufrir semejante personalidad. No, craso error. El quejica tiene por norma elevar sus quejas al primero que se le ponga por delante. Por tanto, intente esquivarle en la hamaca de la piscina o en el "brunch" o en la cena o en donde sea. Apártese inmediatamente de él y no le de pie a que comience con su retahíla de "nauseas existenciales". Evítele. Es un autentico cenizo. Y como dice Carlos Andreu en su libro "Del ataud a la cometa" (muy aconsejable), si quiere ser feliz, evite a toda costa al cenizo.
Otras veces, sucede que sí, que  le molesta directamente pues usted está esperando detrás, en el mostrador de recepción, mientras él a voz en grito, protesta porque su botella de champán no estaba lo suficientemente fría. En ese caso no puede hacer otra cosa que esperar pacientemente pero no le mire a la cara, no vaya a ser que crea que le interesa su "vómito social" y cuando acabe con el de recepción la emprenda con usted.

Por último si usted, lector, es el quejica del que hablo, aparte de mostrarle mi respeto, no pretendo desanimarle pero esta enfermedad es casi incurable y absolutamente crónica. No cabe pues otra cosa que aceptarlo, consultar el libro de Carlos Andreu por si queda alguna posibilidad y, por el bien de todos, viajar lo menos posible, hasta -con ayuda y esfuerzo- paliar la enfermedad. Con lo bien que se está en casa, caballero.

viernes, 19 de noviembre de 2010

La puerta giratoria. Problemas y soluciones



Si existe un elemento que confiere clase y buen gusto a un hotel, ese es -sin dudarlo- la puerta giratoria de su entrada.
Hay muchas y de muy diverso tipo, pero todas acaban presidiendo el lugar más emblemático del hotel. Su entrada.

Sucede que no todo el mundo sabe cómo actuar y enfrentarse en el momento en que se topa con una. De hecho, debería ser el examen al que cualquier huésped tendría que someterse para proceder a registrarse como tal (si supera la prueba), o continuar girando otros 180 grados y salir por donde ha entrado (si su infinita palurdez no le permite cruzarla como se debe).

Una puerta giratoria debe ser cruzada, en primer lugar, con decisión. Es decir, si soy un patán que no me atrevo a cruzarla con la valentía suficiente, porque creo que me voy a estampar con algún canto del cristal, mejor pedirle al botones que me abra alguna de sus puertas (tradicionales) laterales y ya está. No crearemos una cola infinita a la entrada, todos esperando a que nos decidamos a pasar, causando el ridículo más inmenso.

Otro de los grandes retos lo tenemos en el número de personas que pueden pasar, a la vez, en cada viaje de la puerta. Independientemente del volumen físico que puede albergar, les puedo afirmar que he visto barbaridades impúdicas ante ese tema. Los insufribles impacientes son capaces de pasar en manadas, apretadas como sardinas en lata, abrazados cual amantes, manteniendo la respiración y dando pasitos muy cortitos -como mentecatos- y muy rápidos, para llegar al otro lado de la puerta. Si te sucede alguna vez y en ese corto viaje te topas con algún o algunos impacientes; y notas en tus partes pudendas algún toque, no creas que existe ninguna insinuación chabacana. Es, tan sólo, un maleducado impaciente que, no se ha podido esperar dos segundos más al siguiente viaje de la puerta para entrar -o salir-. ¡Cuidado! Son tan impertinentes que pueden llegar, incluso, a empujarte.

Existen puertas giratorias manuales o mecánicas. Las primeras confieren ese halo de nostalgia y clase maravilloso pero, a su vez, requiere una mayor atención para cruzarlas. Puede ser que a mitad de tu viaje entre por detrás un bestia, arreando tal empujón a la puerta que te haga dar tres vueltas seguidas como si de un dibujo animado se tratara. Las mecánicas, en cambio, confieren mayor seguridad y ritmo pero dan una sensación de más frialdad y menos acogimiento.


Puerta giratoria de, posiblemente, uno de los mejores hoteles del mundo, el George V de París













Por último, como defensor que soy de este tipo de puerta, no he encontrado un sistema que resguarde o preserve tanto de las condiciones climatológicas. Guardan el calor del establecimiento sin dejar que pase el frío y preservan el aire acondicionado sin que el calor de fuera lo agote. 

Es el poder de la circunferencia no apto para mostrencos.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Hotel Wellington. Madrid



Todo lo que reflejo en esta crítica del hotel Wellington de Madrid, quiero que se entienda desde el lado positivo y constructivo. Lejos de mí cualquier otra cosa.

Web
No podemos ponerla como ejemplo a seguir pero, sin duda, es muy ordenada,  con buenas fotografías y muy explicativa. Pertenece, el Hotel Wellington, a Summit Hotels, una filial de Preferred Hotels of the World. Es como su segunda marca en todos los aspectos. Para proceder a la reserva, podemos utilizar la web propia del hotel, a través de "sinsixs.com" -no está mal-. Otra posibilidad es utilizando la página de "Preferred Hotels of the World", a ser posible, habiendo cumplimentado la membresía en dicha central internacional de reservas.
En este caso particular, opté por reservar directamente por teléfono ya que el motivo de mi estancia era una boda de un gran amigo mío, cuya celebración se realizaba en uno de los salones del hotel. La tarifa especial para amigos de los novios era de 150 euros con desayuno incluido. Reservé dos habitaciones dobles clásicas.


Fachada del hotel



Llegada al hotel y primeras impresiones
Viajé a Madrid en mi vehículo. Entré directamente al parking del hotel debido a que el Wellington queda en esquina y no es fácil dejar parado el mismo en plena calle de Velázquez. Una vez dentro del parking, el portero llamó a un mozo para que procedieran a retirar todo el equipaje. Viajábamos mi mujer (a la que mis lectores asiduos conocerán como "mi acompañante"), mi hijo de dos años y la niñera de mi hijo. También viajaba con nosotros, Macario, un amigo del alma, invitado como yo a la boda.
La fachada del hotel estaba de obras y el acceso al "hall" del hotel desde el parking también. No me lo hicieron saber en el momento de la reserva. Tuvimos todos que subir por la empinada rampa de acceso al parking y entrar por la puerta principal al hotel.
La primera impresión del Wellington, una vez solucionados los inconvenientes automovilísticos, es que nos encontramos ante una "vieja gloria" que conserva el lujo y el glamur de antaño. Mármol, techos altos, lámparas de araña, mobiliario antiguo.


Entrada principal.

























Check-in
La recepción, justo a la derecha de la entrada, es un mostrador no muy largo atendido, en este caso, por tres personas. Procedo a entregar mi documento de identidad junto con la tarjeta de membresía y una visa, a la petición de que tengo dos habitaciones reservadas. Precisamente en el momento de la reserva, había dejado muy claro que solicitaba una habitación doble con cama de matrimonio y otra individual con una cuna para mi hijo y su niñera. La niñera, obviamente duerme en cama.
Con cierta grosería, el recepcionista me preguntó si quería cama de matrimonio. Lo hizo con un tono tan elevado que se oyó en Paracuellos del Jarama. Yo, guardando la compostura, le recordé que en el momento de la reserva ya había dejado todo el tema claro y que, por tanto, una era de matrimonio y otra me daba igual pero que con una cuna para el niño. "Una está preparada y la otra no, ¿Qué van a hacer?, me dijo. Pues bailar un chotis, caballero. ¿Cómo que qué voy a hacer? Después de una espera de diez minutos, me comentan que todo está listo. El equipaje, tardó como una media hora en subir.


Lobby del hotel



Lobby del hotel



Lobby del hotel



El ascensor y la habitación
El hotel Wellington sólo tiene un ascensor. Un ascensor y 255 habitaciones. Una vez se me hizo de noche esperándolo en la planta cero para subir a mi habitación. Dejando este tema a un lado, la habitación era amplia, muy amplia para ser una doble clásica. La cama muy bien hecha y muy cómoda. El armario de madera noble un tanto pequeño y no muy bien compartimentado. Un escritorio amplio con silla, un sillón de descanso con una mesita redonda. Moqueta atrapa-ácaros pero todo muy limpio. Buena iluminación artificial y normal iluminación natural con una ventana mediana que daba a un patio interior, lógico al ser una habitación clásica.
El cuarto de baño estaba limpio pero con unas deficiencias impropias de un hotel como este. La bañera tenía la incómoda cortinilla, pero lo peor era que no tenía ducha de mano sino sólo la alcachofa en el techo. No soporto ducharme si no es con la ducha de mano. Tampoco he estado nunca en un hotel que no tuviera, al menos las dos posibilidades. El inodoro, como de plástico, y el bidé estaban aparte -se agradece- y el lavabo era amplio pero con una grifería de baño de colegio. Las "toiletries" eran infumables, baratas y de poca categoría. Eso sí, bien nutridas. El gel y champú eran de hostal y la pastilla de jabón de manos era de esas que se deshacen a cachos y si llevas un anillo en el dedo, se te mete por dentro. Provisto de albornoz y zapatillas para enanitos, faltaban colgadores para después de su uso. Como nota decepcionante, el baño tenía una abertura de un faso techo donde se entreveían cables de la instalación.


Habitación clásica





Baño


Instalaciones del hotel
Cuando salía sin el niño, utilizaba las escaleras ya que la llegada del ascensor a mi planta se estimaba en dos o tres horas. Me encontraba en la tercera planta. El "Caroli Health Club", no lo pude probar debido a la peculiaridad de mi estancia pero pasé a visitarlo. Muy bien cuidado en lo que a cabinas de tratamiento se refiere, ofrece programas y estudios basados en el método "Caroli", una combinación de salud y ejercicio con consulta médica personalizada antes de ningún tratamiento que ya han suscrito hoteles como el Westin Valencia, el AC Santo Mauro, Cala di Volpe o Town House Galleria


Entrada a Caroli Health Club

Del restaurante Goizeko, poco puedo decir. No he estado personalmente disfrutando del mismo pero siempre he oído hablar muy bien de él. Del Kabuki, ya lo conocía de otras visitas a la capital española y me parece una de las mejores ofertas de gastronomía oriental de Madrid. Siempre teniendo en cuenta que no soy muy amigo de tan lejanas ofertas culinarias.
Sí que pude disfrutar de su "Buffet Breakfast", bien nutrido de productos, si bien el salmón (por llamarlo de alguna manera) necesita mejorar. El salmón y el servicio puesto que sólo pasaron por nuestra mesa una vez para recoger los platos, vasos y cubiertos utilizados.


Check-out
En mi vida he tenido una salida de hotel tan grosera. El recepcionista me presenta dos facturas, una por habitación, y casi me caigo al suelo. Sumaban un total de cuatrocientos y pico euros. Como cargos adicionales imaginarios se encontraba el desayuno (iba incluido en el precio de la habitación), no sé cuantas botellas de minibar de la habitación de mi hijo y la niñera y una película del circuito interno en mi habitación.
Todo ello, el señor recepcionista, me lo explicaba en voz muy alta, seguramente para que todo el Wellington se enterara de cuáles son mis preferencias alcohólicas y cinematográficas. Llegué a pensar mal de la niñera de mi hijo; puesto que me había dicho que era abstemia. Mientras intentaba solucionar el altercado, me percaté que el mini bar era de esos inteligentes. Es decir, si muevo un botellín o lo que sea, automáticamente queda reflejado en el ordenador y el cargo se produce al instante. Siempre he detestado estos sistemas que tratan a los huéspedes de los hoteles como si fuéramos forajidos. La niñera movió unas botellas para colocar la leche del niño y unos potitos. Y yo, desconfiado de mí, llegué a pensar mal.

Una vez, solucionado el tema, no escuché la palabra perdón por ninguna parte -y eso que el señor de recepción hablaba con un tono tenorístico. "Ahora está todo bien", fue lo que me dijo. Realizado el pago, tuvimos, de nuevo, que salir del hotel, bajar por la empinada rampa de acceso al parking, esperar diez minutos a que nos trajeran el equipaje y volver a nuestro lugar de origen con la seguridad de que el Wellington, habiendo sido todo un emblema junto al Palace y al Ritz, se ha quedado un tanto descolgado; un tanto largo. Quien tuvo, retuvo, no se aplica a la hostelería de lujo.


viernes, 5 de noviembre de 2010

Viajar con niños. Manual del turista educado. 4ª entrega



Capítulos anteriores:



Viajar con niños es un arte, exactamente igual que la pintura, la escultura o la escritura. Por tanto, no todo el mundo tiene vocación a ello. Yo, por ejemplo, no he nacido con tan ansiado don y sólo me ha quedado la posibilidad de ir ejercitándome en tan ardua virtud hasta conseguir cierto grado de experiencia; escaso pero valioso.

Parto de una idea para viajar con niños. No creo conveniente que se familiaricen en exceso con el "glamour" y el lujo desde edades muy tempranas puesto que -es mi opinión- puede influirles negativamente en su educación y aprendizaje. Para todo hay tiempo en esta vida.
No obstante, esta idea que expongo, va acompañada de otro axioma igual de importante. Los hoteles de "camionadas" o los tugurios de mochileros son perjudiciales para su salud (también para la de sus padres). Por ello, es muy conveniente estudiar antes de elegir el hotel en el que pasaremos unos días en familia.

Como creo que la mejor manera de exponer ideas es ejemplificando, ahí van algunos.

- Sólo un nuevo rico, un jugador de fútbol o una cursi acomplejada como las del programa ese de "Mujeres Ricas" lleva a sus hijos pequeños a pasar unas vacaciones a hoteles de gran lujo como el Ritz Paris o Londres, George V, Plaza Athenee, Villa Feltrinelli, Caruso... y los que son como estos. Tan solo lo comprendería en el caso de que el niño fuera menos movido que el muñeco de nenuco. De no ser así, sucede en el 99% de los casos, hay que estar tan encima del niño para que no rompa el jarrón dinastía Ming de la sala "lounge", que no permite que los padres descansen ni un segundo. Y afirmo lo dicho por mucho "Kids Club" que posean estos hoteles.

- Hay que buscar hoteles con espacios diáfanos donde los niños puedan esparcirse. Un niño, aunque no sepa andar, es capaz de correr más rápido que yo. Si tiene espacio estará distraído y no hará que nos "saqueen" la tarjeta de crédito a la salida por los objetos que ha roto.
 
- Es conveniente si nuestros hijos son excesivamente "inquietos", pedir antes de nuestra llegada que retiren objetos de decoración de valor que puedan existir en la habitación.

- A ser posible, es conveniente elegir hoteles en climas cálidos, tipo Resort con actividades diarias para ellos, piscinas y juegos.

- Aunque sólo viajamos con un bebé, salvo que duerma como los ángeles, mejor pedir una habitación más amplia, con dos estancias, para separarlo de la cama del dormitorio principal. Si el nivel adquisitivo lo permite, mejor dos habitaciones contiguas. La mayoría de hoteles poseen tarifas especiales para familias con niños, dejando la segunda habitación a mitad de precio.

- Los niños gritan, sí, son una raza especial y maravillosa pero con ese gran fallo. Ante ello tenemos la opción grosera de protestar y llamarles la atención; o la opción educada que es comprenderles y, si el nivel de decibelios consigue que lleguen a sangrar los oídos, tomar medidas como comentarlo en recepción pero con muy buenas maneras. Pegar o insultar al padre no tiene ningún sentido.

- Los niños salpican mucho en las piscinas, es otra característica consustancial a su ser. Para ello, hay que recordar a los padres que existen piscinas para niños. Si ya son un poco más talluditos, es responsabilidad de los progenitores el que sepan comportarse como se debe. Si son los padres los que salpican, el asunto se agrava y no tiene fácil solución.

- Pecaría de injusto si no diera nombres de hoteles para viajar con niños. Conozco varios.
* Gran Hotel Bahía del Duque Resort, Costa Adeje, Tenerife. España
* Fairplay Golf Hotel and Spa, Benalup, Cádiz. España
* Villa Padierna. Marbella. Málaga. España. Un buen hotel incluso antes de que lo visitara la familia Obama.
* Asia Gardens Hotel and Thai Spa. Benidorm. Alicante. No es mi preferido pero no está mal para viajar en familia.
* La Manga Club, Príncipe Felipe. Cartagena, Murcia. España. Muy recomendable para pasar unos días en familia.
* Reid´s Palace, Funchal, Madeira. Portugal

Como se puede observar, hablo de hoteles de lujo pero perfectamente adaptados para que los más pequeños puedan distraerse y hacer deporte, compartiendo su estancia con otros niños. A su vez, los padres pueden acabarla algo más descansados de como la empezaron.