¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

viernes, 9 de diciembre de 2011

La televisión de la habitación de un hotel

Ser humano masculino en la habitación de un hotel


Me he decidido, por fin, a hablar de este elemento de la habitación de un hotel, más común aún que la cama. Una habitación puede tener cama, camastro, catre o algo parecido pero, lo que jamás, ninguna puede dejar de tener es una televisión y todo el elenco de accesorios que ella conlleva. Es una estupidez supina pero nadie me podrá negar que, hoy en día, hasta el hostal más barato y cochambroso tiene, dispuesto por algún lugar, una televisión.

Para empezar, hablaremos de su disposición. Los hay que la tienen anclada a la pared, cual hospital bananero, con sistema anti-robo. Otros, los más comunes, la depositan encima de un mueble o mesita; eso sí, siempre de una manera que pueda ser vista desde la cama, o con algún sistema hidráulico o de giro, para visualizarla desde varias perspectivas. Ello, y les habla un ser raro que no tiene televisor en la alcoba de su casa, siempre me ha resultado impactante. Pero, a la par, reconozco que no podría vivir sin tener dicho televisor en la habitación del hotel en donde me hospedo. Toda una auténtica paradoja.

Los hay de varios tipos. Están los hoteles tradicionales -por no decir los trasnochados- que aún conservan los televisores de tubo, toda una verdadera antigüedad. Pero la gran mayoría, utilizan ya las de pantalla plana, ya sean leds o lcds o su puñetera madre, que poseen la gran ventaja de que ocupan menos volumen y son más accesibles a la hora del giro en perspectiva para ser vista desde diferentes ángulos. Muchos hoteles utilizan un mueble ad-hoc para albergar el minibar y la televisión con una especie de puertas para disimularla.

Bien, yo soy de esos que poco después de entrar por primera vez a una habitación de hotel enciendo la tele, algo que no suelo hacer a diario cuando llego a mi casa, pero es que muchas personas, los que pernoctan en hoteles saben lo que digo, tenemos un síndrome raro de cambio de maneras, incluso de personalidad, cuando visitamos establecimientos hoteleros. Sucede que el sistema de mando a distancia de los televisores de hotel es raro, en comparación con los de nuestro domicilio. En algunos lugares, los más rácanos, debes pedirlo en recepción. Tardan varios segundos en encenderse, una vez pulsado el power; a veces entra una sudoración fría, creyendo que está estropeada, el puntito de luz verde parece que no llega. Pero la paciencia confiere la recompensa del encendido de la misma. Una vez cerciorados de su funcionamiento, como trogloditas detrás de una pieza de venado, nos ansiamos hasta conseguir el papelito de los canales de televisión. Cuál autómatas, comenzamos a zapear los nueve mil setecientos treinta y dos canales. En ese momento, se para el tiempo, tu acompañante deja de existir, todo en tu vida deja de tener sentido. Sólo respiras para la gilipollez de ver, uno a uno todos los canales disponibles.
Finalizada la previa, ya nos hemos hecho medianamente con el mando, dejamos el canal turco de noticias o el magazine japonés mientras nos damos una ducha y nos disponemos a salir a cenar. Una vez de vuelta para dormir, justo después de decirle a tu acompañante que cuelgue el "please not disturb" en el pomo de la puerta -tu eres un vago y no lo haces- ya estás otra vez con el mando en la mano, en calzoncillos haciendo otro zaping. Intentas poner algo en español, pero como siempre pasa en la televisión española internacional sólo emiten documentales de pueblos de España rodados en los setenta y continúas, como el cerdito de Toy Story 1, dándole a la tecla hasta llegar al final. Al acabar, continúas con los canales de radio y vuelta a empezar. El mando a distancia, como siempre pasa, tiene cuarenta y cuatro botones, de los cuales sólo están disponibles los del volumen, cambio de canal y power. El resto no valen para nada.

Ya tumbados en la cama, no sueltas el mando ni de coña, tu acompañante te grita diciéndote que quiere dormir y que bajes el sonido. Como han podido comprobar, el ajuste de volumen de los televisores de hotel tiene un gran problema cuando tienes acompañante. No es otro que en el nivel 1 de sonido, molestas y en el 0 no oyes una mierda. Por tanto, la dejas en el cero pero con un ejercicio de pulgar olímpico, sigues pasando canales. Yo suelo siempre acabar en la Rai, viendo, que no oyendo, algún programa de Rafaella Carrá. Otros tragándose la Teletienda rusa, otros una peli de Steven Seagal (estas no hacen falta ser oídas, con la imagen tienes de sobra para seguir perfectamente el argumento), otros lo erótico-festivo de un canal de contactos rumano con chatis que se dejan entrever una teta. En definitiva, un sin fin de estupideces que en la casa de uno ni de lejos haríamos; pero el ser humano masculino es estúpido por naturaleza y, por tanto, dominador de televisiones.

Cuando estamos en la escena de lechazos más auténtica del subproducto de Seagal, otro grito; ¡Apaga la tele que me da claridad y no puedo dormir! Tú, que ya estabas medio en duermevela pegas un brinco y acabas por apagar la tele con el mando; cosa que no basta porque el puntito rojo del power sigue molestando a tu acompañante. Te tienes que levantar, aprovechas para hacer pipí y te pones los cascos del iphone con ondacero de la Rosa de los Vientos o el melenudo de la Ser que habla de extraterrestres. Al final, y es que uno extraña la cama y su almohada, te dan las dos o las tres hasta que consigues dormir, todo por culpa del puñetero televisor de los huevos y de tu supina estupidez por tirar tan absurdamente esas horas de tu vida.

Pero óigame usted, no me de una habitación de hotel sin televisor que no vuelvo.

5 comentarios:

  1. Hola Alfredo! Muy bueno el blog, me gusta mucho. Y esta entrada en particular me ha resultado muy interesante. Todos los hoteles en buenos aires que he visitado ultimamente ya tienen LCD de 32 pulgadas en adelante. Saludos

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  2. Hola Jorge, muchas gracias por tu comentario. Cómo me alegro de que te guste el blog.
    Ciertamente, me sorprende la paridad que existe en Buenos Aires. LCD y de 32 pulgadas. No está mal.
    Espero volver a hablar pronto contigo.
    Un saludo.

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  3. También existen habitaciones con dos televisores, por ejemplo las suites. Una opción interesante sería la disponibilidad de auriculares para escucharla sin molestar.

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  4. Qué razón tienes, Francisco. Unos auriculares inalámbricos no estarían nada mal. A ver si alguno copia la idea.
    Gracias y un fuerte abrazo.

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  5. me ha gustado. lo encontre por casualidad, recopilando informacion para un post de mi blog, justamente del mismo tema. venga a visitarme.
    www.checkintime.blogspot.com

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