¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Don Diógenes Melollevo




Don Diógenes Melollevo es un señor que todos ustedes conocen. Se lo han cruzado en varias ocasiones por los aeropuertos, pasillos de un hotel, han compartido sala de desayuno, ascensor, butaca de avión e, incluso, usted mismo puede llamarse así.

D. Diógenes realiza su equipaje siempre con una maleta de más, vacía,  para traerla de nuevo a casa repleta de material indispensable que ha ido recogiendo allá donde va de viaje.
Ya, en el aeropuerto, toma prestados dos o tres planos del mismo, no se vaya a perder por las ocho terminales del aeropuerto de Zaragoza. Las azafatas de Ryanair aún no lo han localizado pero siempre que D. Diógenes viaja, recogen una revista menos de la que entregan al pasaje. Nunca la lee porque está en inglés y no sabe idiomas pero es indispensable que pase a su posesión. Incluso ha llegado a coger los pañitos que cubren el reposa cabezas de Air Nostrum con el "Murcia Costa Cálida" de propaganda.

Al llegar a su hotel de destino, el Sr. Melollevo, coge un buen puñado de esos caramelos de menta que depositan muchas recepciones en su mostrador. Pide el plano de la ciudad cada vez que sale y entra del hotel.

Es un insaciable devorador de toiletries. Las esconde en los cajones para que el servicio de camareras no se de cuenta. ¡Ay, D. Diógenes! Que se cree usted que no se dan cuenta. ¿Dónde mete los 25 tarritos que colecciona entre los que le dejan por la mañana, en el turn-donwn y los que pide directamente al servicio de habitaciones; dónde están los envases vacíos?

Cuando abre el minibar, no coge ni una fanta de limón, no le vayan a cobrar pero arrasa con los posavasos, el sacacorchos, el abrebotellas, las servilletas y hasta esos palitos mezcladores de los combinados alcohólicos. Y lo hace, aunque ninguno de esos utensilios tenga el logo o el nombre del hotel grabado. Como ven, la maleta vacía de D. Diógenes, se va llenando.

Le encanta la bolsita donde le dejan el periódico cada mañana. Y las esponjitas limpiacalzados le vuelven loco. No puede dejar ni una. Tiene problemas para poder meter en su maleta uno de los utensilios que más le atraen; el paraguas. En ocasiones, deja entrever la puntica del mismo por la cremallera del bulto ya que el diámetro del mismo es superior al de su equipaje; pero le da igual. Hasta se lleva los tarjetones de "please, not disturb" que penden del pomo de la puerta. Las postales del cartapacio de encima del escritorio le vuelven loco, y el mismo cartapacio también. El díptico de los canales de televisión es indispensable para la supervivencia del ser humano. A la maleta que va.

Las perchas. ¡Uy, las perchas! Tiene su casa cuatro cajas llenas de ellas. No las usa jamás pero no puede vencer la fuerza que le tira a llevárselas. ¿Y las zapatillas? ¡Madre mía! Cuatro cajas de esas transparentes de los chinos, totalmente llenas. No valen para nada pero no puede dejarlas.

Con el albornoz no se atreve, eso ya es de cobardes pero ya le gustaría, ya. Alguna toalla que otra ha caído, ¿Verdad, D. Diógenes? Con el secador de pelo tampoco pero se hace violencia para no hacerse con él. Eso sí, con la de Kleenex que tiene podría empapelar su alcoba.

Su desayuno es bufet en todo su amplio significado. Siempre se sitúa en una mesa de esas en esquina donde cree que no le ven. Y vaya si le ven. Acaso ¿Qué va hacer con ese medio kilo de chorizo, cuarto y mitad de queso y cinco panecillos, que no sean bocadillos? Se los mete en su bolso de mano con un disimulo propio de agente secreto y, con lo que saca, ya tiene el almuerzo listo. Hasta la cena.

El señor Melollevo comunica por teléfono con el servicio de habitaciones del orden de cinco a cincuenta veces al día. Pide gel, champú, espuma de afeitar, cuchillas, esponjas limpiacalzado; todo a troche y moche. Y no se lleva el hielo de la cubitera porque se derrite, que si no...

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