¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

viernes, 16 de marzo de 2012

¿Comer sin vino es de estúpidos?




Sí, me gusta el buen vino, como a casi todo el mundo. Pero que sirva este post como defensa a todas aquellas personas que no siempre piden vino cuando hacen una buena comida.
Estoy hasta el ciruelo de que, cuando voy con mi acompañante a cenar a un buen restaurante y, depositan encima de la mesa la carta de vinos, te miren como si fueras un bicho raro al comunicar al sumiller que no tomaremos vino.

Soy un tanto maniático con las cosas del comer y del beber, sin ser -para nada- conocedor de la amplísima cultura gastronómica y enóloga. Por tanto, si estoy en Copenhague, en Berlín o en Tegucigalpa, lo último que haría sería pedir una botella de vino. Vino que desconozco absolutamente y que, como ya me ha pasado en múltiples ocasiones, cuando lo he pedido, asesorado por el sumiller, no valía ni para regar geranios. Eso sí, la factura realzaba el valor del montante total por el "Chateau de Michifús" o por el "Castello de su puñetera madre". Los experimentos, en casa y con gaseosa.
Yo prefiero un Bloody Mary al principio y una cerveza rubia después. Punto y final. Como mucho, si quiero queso de postre, pido una copa de vino tinto de la casa. Para el queso, digan lo que digan los expertos, cualquier vino es bueno.

Parecido, incluso, me pasa en España. Mi acompañante dice que soy un sibarita. Yo le digo que no. Y es que no me llega a convencer el vino blanco; a lo sumo sólo una o dos marcas de albariño. El resto me da dolor de cabeza y siento resquemor por el vino que se bebe como agua. Por otro lado, el clarete me parece peleón. Y del tinto, aunque conozco varios que me gustan, sinceramente me quedo con Alión de Ribera del Duero y Chafardin, de la misma denominación de origen.

Yo no salgo a cenar con mi acompañante todas las semanas, ya nos gustaría, pero -aunque sólo sean una o dos veces al trimestre, me duele la cartera tener que pagar 70 papeles para un Alión que me lo compro por 37 en la vinoteca de la esquina y nos la bebemos en mi casa tranquilamente entre Macario, Georges, Best y yo. Bueno, en este caso, habría que comprar un par, no una.

Así que, cerveza al poder, aunque sea esa tan mala que lleva la etiqueta de El Bulli de Ferrán Adriá. Eso ni es cerveza ni es ná. Una marca tradicional de toda la vida y ya está.

Por supuesto, no voy a hablar de los aprendices de sibarita que piden carta de aguas. Algunos son tan estúpidos que le hacen la cata, como al vino. Es ridículo contemplar una discusión sobre si es preferible para tal plato un agua tan natural como las de las Fiji o si para tal otro, una menos mineral como esa que lleva cristales de Svarovsky. Esos tontos, luego comen en su casa mortadela para cenar porque por idioteces como estas no les queda ni un duro para pasar el mes. Hay gente para todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario