¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

martes, 8 de junio de 2010

La tía Paca y su hotel rural



Recuerdo cuando empezaron a proliferar los hoteles rurales en la década de los noventa del pasado siglo. En España de no haber más de una docena de establecimientos de este tipo, de la noche a la mañana, comenzaron a nacer cientos, miles, millones, trillones de hoteles con este perfil. La historia que voy a contar refleja lo que seguro, a todos, nos ha sucedido cuando hemos decidido optar por este tipo de hoteles.
 
Y es que hasta la tía Paca que tenía un corral de gallinas con un almacén muy mono, lo restauró y puso cuatro camas y un sofá al lado de una estufa o una chimenea, se dio de alta en el IAE - porque se lo indicó su sobrino - y ya está, una tiburón de los negocios hoteleros. Su hijo, que es un manitas en eso del Internet, le sacó cuatro fotos al corral, cogió un modelo de web de esas que regalan y, diciendo que era un paraje idílico, con posibilidad de practicar cualquier deporte imaginable, esperaron sentados a que algún madrileño despistado picara el anzuelo.
Y la leche si picaron. No solo madrileños. Tontos de alta alcurnia -entre los que me encuentro yo- hemos sucumbido al hotel rural de la tía Paca. Incluso algún contumaz repitió en varias ocasiones la jugada. El hombre siempre tropieza varias veces en la misma piedra.

Durante el viaje por carretera, todo eran ilusiones. "¿Cómo será el hotel?" "Tiene que ser precioso", "Chata, vamos a descansar como nunca"... Al llegar, la realidad empieza a cambiar. En primer lugar, si no traías un vehículo 4x4 era imposible llegar al "hotel". Si ese fin de semana era lluvioso, mejor darte la vuelta, si el barro no lo conseguía antes. Por fin, lejos de cualquier cobertura gps o "tonton", la tía Paca nos esperaba sonriente para darnos la acogida en su corral, perdón, su "hotel" rural.

Con la cara de susto de no habernos matado en el camino con el coche, montaña abajo, parece que la recepción, encima de esa mesa camilla con tapete que nos hace la tía Paca, nos relaja un poco. Miras a derecha e izquierda y sólo ves escaleras y muebles viejos. Siempre hay un perro a los pies de la tía Paca de turno que le tiene mucho cariño. Ella no para de hablar. Te ametralla a preguntas, algunas indiscretas. Que de donde eres, que en qué trabajas, que si tienes hijos, que la crisis es galopante, que su "hotel" es el mejor del mundo, que le han dado el premio Soria turística, que la han concedido la K de calidad...
Tú, que eres muy hombre, te empiezas a imaginar qué vas a hacer en esos dos días que aún quedan para irte. El domingo se ve lejano el viernes. La tía Paca te pregunta si vais a cenar en su "restaurante". Tú, por no volver a coger el coche le dices que por supuesto. Te quedarías sin cenar por no volver a arriesgar tu vida y la de tu acompañante. Llave -de esas pesadas con una tira cursi de hilo- en mano, comienzas a subir escaleras de esas de madera que hacen un ruido tremendo. La entrada a la habitación es "supercalifragilisticaespialidosa" (eso comentaba Mary Poppins que se dice cuando no se tiene nada que decir). Una cama con un cubrecama estampado, todo de madera oscura. Una silla y una mesa tipo "tocinera", cortinas también estampadas. Un baño estoico, con suerte dos tarritos de gel, bañera con cortinilla. Suelo de madera, de ese que hasta con zapatillas hace ruido; siempre teniendo cuidado de no darnos en la cabeza con alguna traviesa de madera del techo. Ah, y un televisor de 16 pulgadas encima de la mesa tocinera.
Uno que lleva el estrés de toda una semana de trabajo, intenta pegarle un "apretón" -perdón por la expresión a la pareja, aunque sea para aprovechar mejor el tiempo. En media hora, a lo sumo -eso depende de varios factores-, ambos se encuentran duchados y listos para cenar. Son las nueve de la noche.

Bajando, de nuevo, con cuidado de no hacer mucho ruido, por las escaleras de madera, camino del "restaurante" le dices a tu pareja: "Piluca, al menos esta señora nos dará bien de comer, seguro que me plimplo un buen cochinillo". La entrada al comedor es sospechosa. Siempre hay una mesa ocupada por dos señores mayores y, tan solo quedan tres más. El espacio es mini-malista, es decir, enano y malo. Los manteles oscuros y la luz viene de apliques incalificables de pared. Lo que no sabe el caballero del cochinillo es que la hija de la tía Paca, ha hecho un cursillo de cocina vanguardista de dos semanas de duración en los fogones de la escuela de Arguiñano. Ella, cual Gordon Ramsay se tratara, nos ofrece un menú degustación que lo único denso que tiene son los nombres de los platos. Siempre aparece alguna "espuma", "flor de calabacín", "crujiente de lo que sea" y todas esas chuminadas que si no eres de verdad un gran chef, no dejan de ser imitaciones baratas.
Tú, que creías que la tía Paca era buena cocinera, como tu madre, te desilusionas. Comes el menú que ni fú ni fá y bebes bastante vino para ahogar tus penas. Al final de la cena, sale la chef. En vez de enviarla a freir espárragos o flores de calabacín, le das la enhorabuena y te ofrece tomar la copa en el "lounge bar". Dicho "lounge" es un adyacente al antiguo corral de gallinas que han pintado de verde pistacho y lo han decorado con muebles de Ikea. No hay nadie. Tú pides un gin-tonic, ella un "Cosmopolitan". No saben hacer el último y tu pareja se conforma con un San Francisco hecho de zumos de bote. A las once y media, subes a descansar a la habitación.

La cama, con cabecero de madera rancia, es de muelles, de esas que te deslizas hacia el centro chocándote con tu pareja que le ocurre lo mismo pero al revés. Antes ya la habías utilizado pero como era para otros menesteres no te habías dado cuenta. Pones la tele y solo se ve con nitidez Tele5. El Sálvame no te interesa y pones la radio que te has traído. Solo eres capaz de sintonizar en AM una emisora marroquí. La FM ni se la ve ni se la espera. No te puedes dormir. Esto no pinta tan bien como creías. Al menos te calmas pensando en que, a la mañana siguiente, te relajarás en el Spa del "hotel rural". 

El nuevo día nace y te espera. La ducha tiene menos presión que un globo de feria. Bajas dispuesto a desayunarte bien puesto que la cena no fue del todo de tu agrado. Los dos señores mayores que nunca hablan entre sí están sentados en la misma mesa que la noche anterior. El "tipo buffet" solo tiene eso de desayuno, el tipo. Pan, mantequilla, aceite (de oliva pero "clarete"), jamón york, chorizo del barato, queso duro, algún bollo, mermelada de ciruela, manzanas y zumo de naranja y piña de tetrabrik. Tienes hambre pero el señor de la mesa de al lado y su obesa mujer han acabado con los embutidos. La hija de la tía Paca parece que está preparando el menú de la comida y nadie repone ninguna bandeja. Te inflas a pan con mantequilla y vuelves a subir a la habitación para prepararte para ir al Spa. Llueve.

Con la indumentaria adecuada, volvemos a bajar las puñeteras escaleras. Piluca te dice que se va a dar una envoltura de chocolate y te obliga a que tú te des una de lava volcánica (en el fondo quiere que te la den caliente) que te deja muy limpios los poros. Tú, obligado, asientes, pero lo único que te interesa es meterte en la piscina y que los chorros te den por todas partes. El Spa está situado en el antiguo corral. En él han excavado una piscina de esas prefabricadas y el único chorro a presión que tiene es el caño de llenado. ¡Horror! La tía Paca en persona es la directora del Spa. Hizo un cursillo por correspondencia de gestión de locales de ocio. Le preguntas qué tratamientos imparten y te dice que sólo masajes. Un hermano suyo estudió fisioterapia en Francia hace cuarenta años y, si queremos, le pega un telefonazo y se planta aquí inmediatamente. Piluca quiere llorar porque ve que se queda sin su envoltura de chocolate. Tú dices que sí a lo del hermano fisioterapeuta, al menos algo es algo. La tía Paca nos dice que esperemos al tratamiento en la "zona de baños". Te metes en la piscina y gritas cual marrano porque el agua está helada. Consigues aclimatarte pero enseguida tienes que salirte. Al final, tu pareja y tu, esperais el masaje en dos tumbonas baratas de playa, por supuesto sin toallas. 

Directamente aparece en escena, Anselmo, hermano fisioterapeuta de la tía Paca. Piluca dice que ese señor no le echa la mano encima y, al final, tú -que eres el que no querías- te tienes que dar el masaje. Te pasa a una habitación (como la nuestra, nada de una suite para tratamientos) y te dice que te eches en la cama bocaabajo desnudo. El momento es muy embarazoso. Él levanta metro ochenta del suelo y pesa 120 kilos y a ver quien le lleva la contraria. Tú le obedeces y él de un salto se monta encima tuya a horcajadas, como si fuéramos dos amantes en una noche loca de amor desenfrenada. Tú te "cagas" en la hora que decidiste venir al "hotel rural". Mientras te destroza la espalda, Anselmo, te cuenta sus aventuras de estudiante en París. Al final, deshecho, como un piltrafilla, le das las gracias y te reúnes con tu pareja en la incómoda tumbona del Spa. Piluca te echa la culpa de haber elegido semejante lugar para pasar un fin de semana de lujo. Ella prefería Barcelona.

Ha parado de llover y prefieres arriesgarte a coger el coche para ir a la civilización más cercana (18 kilómetros) para comer algo. En un bar de pueblo, al menos consigues comida casera. Vuelves para echarte una siesta puesto que en el pueblo no hay nada para ver, excepto ancianos con bastón que miran a Piluca detenidamente.

En la siesta, intentas que Piluca te deje darle otro "achuchón", pero ella no está ya para muchos trotes. Sin  radio, sin canales de televisión, sin libro (eso nunca va en la maleta) sólo te queda dormir un rato. 

A las seis de la tarde, ya no sabes qué hacer. Al final acabas en la "recepción" jugando una partida de trivial desganada haciendo la hora para cenar. Siempre te queda la esperanza de que Paquita, la hija de la tía Paca, se haya esmerado en el menú de la noche.

A las nueve, vuelves a bajar por las malditas escaleras (estás hasta las narices de ellas) y en el comedor, la misma pareja de siempre. Llegas a pensar que son dos maniquies o dos actores de reparto que han puesto para hacer bulto. Y ¡Decepción! El menú es el mismo de la noche anterior. Tú piensas, y tanto que es el mismo, tan solo que hoy lo recalientan de ayer. No aguantas más y pides, por favor, si te pueden hacer unos huevos con chorizo. El camarero (también es el que limpia las habitaciones) se lo dice a Paquita e indignada, sale a decirte que si no sabes valorar la cocina de vanguardia. Tú te callas y te comes otra vez la espuma, las flores del calabacín y su puñetero padre, el crujiente de las narices. De postre comentas si te pueden traer algo de queso. Craso error, te sacan el que sobró del desayuno, un manchego soez más duro que una piedra. Paquita vuelve a salir para que le des la enhorabuena y ofrecerte la copa en el "lounge bar". Declinas la invitación so capa de que estás muy cansado. Vuelves a subir las escaleras de madera y sólo quieres dormir para que sea domingo e irte de ese lugar.

A la mañana siguientes, después del pésimo desayuno y la ducha sin presión, te tomas un Naproxeno porque sientes la espalda como si te la hubieran partido. Tus cervicales te destrozan la cabeza y te sientes mareado. Te acuerdas de Anselmo y de su hermana y de algún pariente más.

Cierras la maleta y, por última vez, bajas las escaleras. La tía Paca te espera en la mesa redonda con tapete de la "recepción". "Pues nada, Señora Francisca, que nos vamos ya y que lo hemos pasado muy bien, ¿Cuánto le debo?. La tía Paca saca un papel que ya lo había rellenado y te lo pasa,  586 euros. 

A boli ha escrito: "habitación 160 x2 320. Desayuno 10 x4 40. Cena 40 x4 160. Bar 8 x2 16. Spa, zona de aguas 15 x2 30. Tratamientos holísticos 60. Total 586 euros. Iva Incluido. Parking gratuito.

Tú te cagas, con perdón, en la tía Paca y en la mala hora que decidiste venir a este "hotel rural" y no al "Arts" de Barcelona que habías encontrado buena tarifa. Menuda lista la tía Paca que te ha sacado del bolsillo cien mil pesetas por una filfa. Y menudo tonto tú por haber picado el anzuelo. Ella nos despide con un beso, cual pariente nuestro fuera y, camino de tierra abajo vuelves con tu coche jurando no decirle jamás a nadie lo que te ha sucedido.

Nota de Alfredo: Existe en el municipio de Jaraíz de la Vera, Cáceres, una casa rural llamada "La Tía Paca". Dicha casa incumple cualquier característica de las anunciadas en este post y, lejos de mí, herir cualquier sensibilidad que no sea la mía.

6 comentarios:

  1. Simpático, elocuente, realista, sincero y escrito con maestría. Me encanta este post, felicidades!

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  2. Muy agradecido, Monthy. Lo llevaba dentro del alma y no tardé más de 30 minutos en escribirlo de corrido. Te aseguro que es todo ficción.

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  3. Genial, hacía tiempo que no reía tanto leyendo un artículo .
    Me Imaginaba las escenas, y recordaba un hotel rural que había visitado con una amiga hace años, y que tenía varias similitudes con lo descrito, sólo que en lugar de la Señora Francisca se trataba de la Sra. Pilar, indiscreta, innovadora y cobrando el vino peleón de la cena a precio de botella de rioja de lal mejor añada de los últimos 10 años.

    Muchas gracias

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  4. Muchas gracias, de verdad, por tus animosas y agradecidas palabras. Para lo que necesites, por aquí andaré. Un saludo.

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  5. Sin duda la entrada del blog mas burlesca y graciosa que hay,con un lenguaje fino e irónico

    Y es que todos hemos ido a un sitio imaginandoselo y luego resulta que es peor de lo esperado.

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    1. Luis, coincido con usted. Me salió de dentro.
      Un saludo y muchas gracias.

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