¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

martes, 15 de febrero de 2011

"El hotel sólo lo uso para dormir"; síndrome del turista culoinquieto

Es, probablemente, la frase que más veces he oído a conocidos, parientes y amigos a la hora de hablar de hoteles.  Al final, siempre acaba la conversación con un "El hotel sólo lo uso para dormir".
Pues no, rotundamente no. Salvo que se sea un insaciable mochilero universitario o un corral de solteras empedernidas despidiendo de la misma a una amiga, o -como dicen los cursis- un "single" viajando por el sudeste de la India, el hotel se usa para algunas cosas más que dormir. Se usa para descansar, para relajarse, para tener detalles con tu pareja, para refugiarse de la lluvia o la nieve o el calor intenso en caso de que nos visite durante nuestro viaje, para divertirse, para recrearse, para alimentarse, para asearse.

Lo siento pero detesto viajar con esas personas que abandonan el hotel a las ocho de la mañana y no regresan al mismo hasta bien entrada la noche. Es como si tuvieran un petardo en el trasero que les impidiera parar en todo el día. En definitiva -es mi opinión- no deja de ser un ansia ambiciosa por conocer, ver y recorrer cualquier ambiente del destino que visitamos. Si al final del mismo no han conseguido ver las ciento cincuenta mil cosas que llevaban apuntadas, no se quedan satisfechos. Es el síndrome del turista culoinquieto. Llegan de madrugada al hotel como si vinieran de la guerra, gastan cantidades ingentes de Trombocid para desinflamar sus maltrechas piernas y las escoceduras en pies y entrepiernas son parecidas a las de un caminante a Santiago de Compostela subiendo un duro puerto. Y sólo han estado de visita por París. Además, la mayoría, desaprovecha el tiempo puesto que -salvo que se sea un superhombre- no hay humano que lleve este ritmo más de tres días seguidos. Y si lo hay, tiene el síndrome mencionado anteriormente.

En mi caso -y perdón por hablar de mí-,  los viajes, los tomo de otra manera -ni mejor ni peor- mucho más relajada. Suelo levantarme a las ocho de la mañana (no a las cinco para ser de los primeros en la cola para visitar la Torre Eiffel), intento desayunar con calma y reposo antes de emprender cualquier visita. Son mis vacaciones; no suelo viajar por trabajo; para las prisas y el estrés ya tengo mis días laborables.
Pues bien, una vez fijada la ruta, no soporto -salvo en algunas ocasiones puntuales- andar sin rumbo, mi acompañante y yo emprendemos viaje a paso firme y rápido. Intento evitar -en la medida de lo posible- una de las grandes miserias del ser humano, las colas. A media mañana, paramos para un café en algún lugar que merezca la pena de la ciudad y, no más tarde de la una almorzamos, casi siempre en un restaurante elegido con anterioridad y reservado a través del Concierge del hotel. A las tres ya solemos estar de vuelta en el hotel para reposar y tomar fuerzas para la tarde. Después de una reparadora siesta, si el hotel dispone de ella, nos relajamos en su piscina. No más de las seis de la tarde -no soy bebedor de té- volvemos a emprender rumbo de visitas. Eso sí, a las ocho ya estamos cenando en el restaurante elegido de la misma forma que el almuerzo. Una vez de vuelta en el hotel, tomamos una copa en su bar disfrutando de una amena tertulia y, a ser posible, de un piano. Por último, nos retiramos a dormir a nuestra alcoba. Lógicamente el plan está sujeto a cambios según sea la estación del año, el lugar o el tipo de hotel o resort. O lo que -con perdón- me de la gana.

Pido excusas por contar ciertas intimidades pero "El hotel sólo se usa para dormir" es una frase que, con lo anterior, acabo de derrumbar. Anímese, amigo lector, si posee usted la patología del culoinquieto, a tomarse sus viajes de placer con más serenidad, ya verá como, a su vuelta, se notará verdaderamente descansado. Y que nadie se sienta ofendido, por favor.

3 comentarios:

  1. Gran artículo Alfredo!

    Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que planteas aunque reconozco que yo no soy tanto de siesta y prefiero dar continuidad a la visita turística hasta las 17:00 o las 18:00 como muy tarde para luego descansar, disfrutar del hotel y llegar con fuerzas a la cena y a las copas...

    En cuanto a lo de ver todos las atracciones turísticas posibles, te cuento mi experiencia. Yo reconozco que fui así algún tiempo y creo que el cambio viene más por la experiencia y por los años que por otra cosa. Con el tiempo te das cuenta que debemos disfrutar más de las ciudades por sí mismas y no tanto ver todo lo que se pueda...y eso lo aprendes (en mi caso) fácilmente cuando vas por segunda, tercera o cuarta vez a una ciudad que ya conoces...

    De verdad, me ha encantado el artículo y te aseguro que es uno de los motivos por los que tuve que dejar de hacer viajes con determinados amigos...

    Saludos

    Monthy

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  2. Gracias, Monthy.

    Más sabe el diablo por viejo que por diablo...

    Te comprendo perfectamente. A cada cosa y edad, su tiempo. Nosotro ya vamos teniendo añitos. También debo decir que mi horario de visita de viaje es un tanto monacal, como has podido comprobar.

    Un fuerte abrazo.

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  3. No concuerdo con usted, en que los que no pisan a penas el hotel no disfrutan de su viaje. Eso depende del tipo de viaje que sea. Personalmente no viajo hasta India, Kenia, Thailandia etc y me tiro 16 horas en un avión para pasar 6 horas en un hotel, para eso me quedo en mi casa, que tengo muchas comodidades.

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