¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

viernes, 24 de junio de 2011

Hotel Cipriani & Palazzo Vendramin. Venecia








He esperado cierto tiempo para escribir la crítica del Hotel Cipriani. Es muy recomendable al criticar algo negativamente, esperar para enfriar la mente y calmar los ánimos; en definitiva, para ganar en objetividad. Lo mismo sucede en el caso presente, pero al revés. Ha sido una estancia tan maravillosa que he tenido que vencer el deseo de escribirla nada más llegar. Todo sea por acercarse lo máximo posible a la verdad.

Web
Qué puedo decir de la web del Hotel Cipriani o de cualquiera de los hoteles que componen la cadena Orient Express, sin dudarlo, la cadena con un lujo más exclusivo y personal que conozco, y que me lo permita Four Seasons. Perfectamente distribuida toda la información, muy asequible a la hora de consultar precio y disponibilidad de habitación, fotos en muy alta calidad; en definitiva, muy acorde a los criterios particulares del hotel. Y muy celosa de no mostrar absolutamente todo lo que te espera al llegar.

Como suelo hacer en muchas ocasiones, reservé telefónicamente una estancia de tres noches en el hotel a través de la central de reservas The Leading Hotels of the World. Agradezco, como siempre, la atención que tuvieron para conmigo los agentes de habla española de dicha central.

Llegada a Venecia y Check-in
Mi acompañante y yo aterrizamos en el aeropuerto de Marco Polo por la mañana. La vista desde el avión aproximándose a la ciudad es preciosa, el cielo totalmente despejado. Al no ser un aeropuerto muy grande, en pocos minutos ya nos encontrábamos en la salida del mismo y un chofer nos esperaba con una Minivan justo en la puerta para trasladarnos al embarcadero. Es un trayecto de unos tres minutos. Sin prisa pero sin pausa -así es como hay que actuar en estos traslados- nos vimos ya subidos a un water taxi que en no más de quince minutos nos trasladó al Cipriani.

Llegada al embarcadero del hotel



Yo no puedo decir que el Hotel Cipriani sea el mejor hotel del mundo, eso es un tanto cursi y no he estado en todos los hoteles del planeta para poder sentenciar de esa manera. Pero sí que afirmo rotundamente que, conforme a mis criterios de calidad y servicio, no se equivocaría quien dictara tal afirmación.
El hotel, fundado en los años cincuenta por Giussepe Cipriani, también fundador del famoso Harry´s Bar, fue siempre sinónimo de lujo y distinción. Y ya en la década de los setenta, el Hotel Cipriani fue adquirido por  Sr. James B. Sherwood, al mando de Sea Containers y posteriormente fundador de Orient Express.

Desde el barco, llegando al embarcadero del hotel, ya imaginas lo que te espera. Roberto Senigaglia es la primera persona del staff del hotel con quien uno se encuentra al llegar. El hotel Cipriani tiene una circunstancia personal que lo hace único. Sólo se puede acceder a él en barco, no es posible llegar a él en otro transporte. Por tanto, el puesto de Roberto es muy "sui generis" ya que no lo hay en otros hoteles. Pero que me perdonen el resto de sus compañeros, él es el "alma mater" del Cipriani.

Roberto Senigaglia. Lamento que la foto esté hecha a contraluz. Soy muy mal fotógrafo


Su lugar de trabajo es el embarcadero del hotel. Sus únicas herramientas, su teléfono -no para de sonar- y una agenda de papel situada en una especie de mostrador cuyas hojas no paran de moverse con el viento. Para que me puedan comprender, Roberto, lo podemos situar dentro del Concierge del hotel con las particularidades que hablaba anteriormente. Tiene, a mi juicio, el mejor don que pueda tener un trabajador de un hotel. Y no es otro que al mirarte una sola vez, Roberto, sabe todo lo necesario de ti para hacerte una estancia en el Cipriani absolutamente inolvidable. Eso vale su precio en oro -habida cuenta de la multiplicidad de peculiares clientes del hotel- y no hay salario que lo compense de verdad. Es afable, siempre tiene una sonrisa en la boca, no es charlatán pero te da muy buena conversación. Pero, sobre todo, se adelanta a todos tus deseos. ¿Se puede pedir algo más como primera impresión de un hotel?

Jardines de entrada al hotel con el embarcadero al fondo

Pues sí, aún hay mucho más. El Cipriani tiene una entrada repleta de plantas y flores olorosas; un verdadero jardín veneciano que te traslada a otra época. Conserva esa majestuosa y lujosa decadencia que sólo tres o cuatro hoteles en el mundo la tienen. El mostrador de recepción y del Conciege están situados uno frente al otro. Hicimos un check-in ultra rápido, nos estaban esperando y eso que tuvieron el detalle de hacernos un "early check-in" puesto que nuestro vuelo era muy mañanero.

Una relaciones públicas nos acompañó a la habitación. La primera impresión es fascinante. Un pasillo separa el dormitorio del baño y del armario vestidor. El dormitorio constaba de una cama tamaño King de la firma  americana Sealy -exclusivamente fabricadas para Orient Express-, tan bien vestida por géneros de lujo de Rivolta Carmignani que daba gusto verla.

Detalle de la habitación

Dos lámparas de tela de estilo veneciano, magníficas e imperiales pero muy acogedoras, iluminaban todo el cuarto. A un lado una mesita baja con un pequeño sofá, formaban una estancia; al otro lado -de la cama- un escritorio de madera noble con toda la información necesaria del hotel. Y entre estos, una pequeña mesa de mármol, donde de inmediato, nos sirvieron como amenidad de bienvenida una botella de champán y unas fresas deliciosas.

Detalle de la habitación

Pasillo de la habitación. Baño a la derecha

Otra estancia de la habitación

La televisión, como debe suceder en los buenos hoteles, pasaba desapercibida en un mueble de pared que podía moverse a ambos lados. Las lámparas de mesa, junto al plafón del pasillo, eran de cristal de Murano.  El minibar muy bien camuflado y de correcto funcionamiento con flores frescas encima del mueble. El aire acondicionado, proporcionaba el frío necesario, si así lo deseaba; y era muy silencioso. El suelo, precioso, de madera maciza. Nada de esas tonterías de tarimas flotantes. La habitación sólo tenía un fallo que debe ser prontamente corregido por la dirección del hotel. Sólo tenía una toma accesible de enchufe de corriente disponible. Su número, si mal no recuerdo, era la 129. Mis lectores saben que no me gusta dar el número de la habitación donde he estado pero esta vez sirva como ayuda para solucionar este pequeño tema.

La terraza era un remanso de paz y serenidad. Enorme, cubría toda la dimensión más larga de la habitación, con vistas a los maravillosos y perfectamente cuidados jardines del hotel. Otra mesita con dos sillas fueron situadas en dicha terraza donde pude disfrutar de unos relajantes pitillos. No me gusta fumar dentro de la habitación del hotel, me parece de mal gusto aunque la habitación sea para fumadores. En mi caso no lo era pero amablemente el servicio de habitaciones dispuso un cenicero encima de la mesita de la terraza.
Larga terraza

Vista de los preciosos jardines desde el balcón de la habitación

Otra vista de los jardines con el huerto de plantas aromáticas

Y aún nos queda hablar del baño. Con un mármol blanco majestuoso, el lavabo situado a la derecha de la entrada, la bañera enfrente y el inodoro y bidé a la izquierda -en una estancia aparte- y la ducha en otra, sólo las fotos que adjunto hacen algo de justicia al mismo. El perímetro del espejo estaba recubierto con una cenefa de cristal de Murano que le daba un toque perfecto. No me cabe otra que catalogarlo de excelente.

Bañera
Lavabo

La cestita de cerámica de las toiletries, Penhaligon´s de la línea Blenheim Bouquet, como no podía ser de otra manera, era perfecta; además era repuesta cada turndown en su totalidad. También combinaba con jabón de manos Bulgari y elixir bucal y crema de manos Molton Brown. Las sales de baño estaban situadas en un recipiente de porcelana cerca de la bañera. También cerca estaba enrollada la esterilla para no resbalarse dentro de la bañera. Yo la odio pero no conozco a ningún inglés que no le guste. Las toallas eran esponjosas y cálidas, los albornoces cada uno de una talla diferente, como debe ser, al igual que las zapatillas. Los albornoces y toallas también estaban firmados por Rivolta Carmignani.

Detalle de las toiletries


Y justo a la salida del baño se encontraba el armario vestidor. Una auténtica obra de ingeniería tradicional puesto que no era excesivamente grande pero tenía una distribución tan perfecta que no hacía falta más. Como nota a mejorar, las puertas de corredera tenían un tope de vuelta y se cerraban solas, siendo un tanto incómodo a la hora de abrir y cerrar cajones, pues todo tendía a tropezarse.
La caja fuerte, situada en el armario a la altura adecuada, fácil manejo. Perchas de diferente tipo y muchas, paraguas, bolsa con el emblema del hotel, almohada dura de cortesía, en fin, todo lo necesario para cuidar hasta el más mínimo detalle.

Detalle de algunas amenities del armario

Venecia es una ciudad preciosa pero, paradójicamente, es insoportable al mismo tiempo. Viajé a finales de abril del presente año y, aunque gozamos de un tiempo estupendo, de once de la mañana a ocho de la tarde, mejor quedarse en el hotel. Aparte de que en Venecia, el calor aprieta, no puedes andar del gentío que alberga. La cola para entrar en la catedral daba la vuelta a la plaza de San Marcos. Empujones, camisetas sudorosas de tirantes, cámaras de fotos compulsivas, bocadillos de salchichón barato y gorras de visera de propaganda pueblan la masificada Venecia. Una vez caída la noche, da gusto ver como casi todos desaparecen -sinceramente no sé donde se meten- y puedes pasear tranquilamente perdiéndote entre sus estrechas calles y puentes. Es en ese momento cuando te das cuenta de lo maravillosa que es esta ciudad. No puedes pasar sin tomarte un helado con una copa de champán en Cafe Florian o en Quadri oyendo su música en directo, notando la rivalidad entre ambas orquestas. Sinceramente, yo soy de los de Florian.



Eso es lo perfecto del Cipriani. Me refiero a que a un paseo de cinco minutos en barco, llegas al remanso de paz más perfecto que puedas desear teniendo al otro lado la masificación más poblada de la tierra. Un barco gratuito -lo de gratuito en el Cipriani es un decir- conecta la Plaza de San Marcos con el hotel las 24 horas del día ,a disposición de sus clientes. El corto paseo cruzando la bahía es delicioso. Pero que hablen mejor las imágenes.

Lancha que conecta el hotel con la Plaza de San Marcos


Detalle del interior de la lancha



La lancha shuttle arrivando a San Marcos. Foto tomada desde el Palazzo Vendramín

Embarcadero privado del hotel justo al lado de la Plaza de San Marcos. La entrada al paraíso después del infierno
Otro embarcadero del hotel, frente a la piscina. Se utiliza por las noches para no perturbar el sueño de los huéspedes
   
La piscina del hotel
El hotel Cipriani está situado en la isla de la Giudecca de Venecia. Si por algo se caracteriza la ciudad es por aprovechar los espacios hasta el extremo. Todo lo contrario pasa en el Cipriani. Es asombroso pero la piscina tiene dimensiones olímpicas, con temperatura regulada a 29 grados Celsius toda la temporada. No hay que olvidar que el hotel sólo está abierto de abril a octubre. Alrededor de la misma, se sitúan las tumbonas cómodas y confortables. El encargado que atiende la piscina, muy correcto, prepara perfectamente cada tumbona extendiendo la toalla en la misma, cuidando hasta el detalle de que, en la cabecera se sitúe el emblema del hotel. El último día de mi estancia nos atendió otro mozo, un tanto mayor de edad que el anterior y he de decir que no cuidó tanto los detalles como el primero. Por ejemplo, no extendió la toalla en la tumbona y no nos dió otra toalla para poder secarnos. Siempre hay que recibir a cada huésped de un hotel en la piscina con dos toallas, una para la tumbona y otra para secarse. Para más información pinchar aquí.

La maravillosa piscina de agua caliente
 
Como detalle a mejorar en la gestión de la piscina, casi una hora y media antes del cierre diario de la misma, (07:00 p.m.) comienzan a retirar los cojines de las tumbonas. Esta circunstancia incomoda a los que en ese momento están disfrutando del sol y del baño porque aparenta que te invitan a retirarte. Es bueno apurar un tanto más para preparar el perímetro de la piscina para la noche.
Por lo demás -estos son detalles muy pequeños-, mi acompañante y yo disfrutamos de unas tardes de sol inolvidables en la maravillosa piscina del hotel Cipriani, sin duda uno de los grandes lugares del mundo para descansar y disfrutar.

 
Los restaurantes y bares del Hotel Cipriani
Quiero que se me entienda bien lo que voy a contar a continuación. En Venecia, a mi juicio, no se come nada bien. Es más, es la ciudad italiana en donde peor he comido. En un futuro post nombraré algunos restaurantes de la ciudad.
El hotel cuenta con dos restaurantes; el Fortuny -digamos el principal con su dinning room- y el Cip´s Club, situado al otro extremo, como flotante en un embarcadero, con vistas a la bahía y a San Marcos; este último un tanto menos formal. Sin entrar a valorar el tipo de comida (no soy crítico gastronómico), no me acabaron de convencer. El servicio es excelente, las materias primas se notaban de primera calidad pero el tipo de comida no es mi preferida. Es decir, hablamos -para que me entiendan- de ese tipo de cocina con raíces antiguas francesas, salsas y mucho toque inglés. Pero, todo hay que decirlo, es el tipo de comida que la mayoría de los clientes del Cipriani demandan, y así debe ser. Les aseguro que no hay muchos españoles que frecuenten el hotel -no sé si por pena o fortuna de la direccion del mismo-. Por tanto, probado el Fortuny, nos decantamos por salir a cenar a la ciudad, aunque, salvo alguna excepción, tampoco encontramos grandes templos de la cocina. Los postres eran deliciosos.
Pero cuando uno cena en el Fortuny o en el Cip´s Club, no sólo lo hace por su gastronomía, que reitero, no puedo decir nada malo de ella. Lo hace por toda la envoltura que ello conlleva; servicio, vistas, exclusividad, buen hacer, romanticismo, compañía; en fin lo que, a mi juicio, verdaderamente importa en una velada.

Vista de la laguna desde el Fortuny
Interior del elegante Fortuny


Cip´s Club con su embarcadero privado
  
El salón del Fortuny se utiliza las mañanas con lluvia o viento para albergar el desayuno. De mis tres días de estancia, dos pudimos disfrutar de un desayuno en la terraza casi tocando el agua con la mano y, el último día, en el comedor del Fortuny, también con unas vistas impresionantes.
El desayuno es tipo bufé y a la carta. Si bien es cierto que la oferta de alimentos es bastante grande, no es de los más extensos que he visto. Pero no hace falta más, lo otro es una grosería. Es suficiente con un muy buen jamón, unos quesos de primerísimo nivel, un embutido riquísimo, fruta, cereales, buen zumo de naranja y de pomelo y un pan excelente. El servicio de desayuno es muy bueno; como nota a mejorar aún más dicho servicio, propongo que el jefe de camareros pueda impartir la directriz de que el equipo mire más a menudo a los ojos de los comensales para notar que le están reclamando para algún servicio. Un camarero nunca mira al suelo.

Terraza donde se sirve el desayuno


El Bar Gabbiano, en la explanada de la piscina, es fabuloso para poder disfrutar de un buen café a media tarde o de una copa después de cenar. El barman supo escucharme perfectamente cuando le solicité mi particular gin-tonic. Muy cómodos los sillones y sofás de la terraza. Muy buen detalle el de instalar unas pequeñas estufas eléctricas que proporcionan el suficiente calor por la noche sin llegar a achicharrarte.

Bar Gabbiano. Actualmente ha sido remodelado
 
Al otro extremo de la piscina está situado el Pool Bar con unas mesas y sillas de forja, muy adecuado para tomar algo mientras  se está en la piscina del hotel, sin los inconvenientes de la indumentaria de baño.
El Bar Fortuny, adyacente al restaurante con el mismo nombre, abierto antes de la cena, mientras descansa el Gabbiano, es muy aconsejable para disfrutar de un Bloody Mary antes de la misma. También puedes pedirte un famoso Bellini -que a mi no me gustó. Soy muy rarito para los combinados-.

El turndown del Cipriani
Siempre doy mucha importancia a este servicio de un hotel. Es más, como he dicho en otras ocasiones, estudiando cómo un hotel realiza el turndown podemos llegar a catalogarlo verdaderamente de lujo o de pufo, en lo que a servicio se refiere. Sin dudarlo, el Hotel Cipriani no tiene ni un ápice de pufo y es un referente en  este aspecto. En primer lugar, porque no incomoda en absoluto su horario. Para ello, optan por un interruptor eléctrico para saber si el huésped está dentro o fuera de la habitación. Con ello, nos evitamos las incómodas tarjetas de "non disturb"-que lógicamente también pueden ser usadas si se desea- y el servicio de habitaciones sabe en todo momento cuando la habitación está libre -aparte del arte que el servicio de camareras debe tener para esta cobertura-.
La cama es descubierta con gracia, el cubrecama es plegado ordenadamente, las almohadas se disponen en la cabecera meticulosamente, unas alfombras de salto de cama de hilo son depositadas a ambos lados de la misma y las zapatillas encima de dicha alformbra. El cabecero de la cama, al no ser de género de tela sino de madera, no es cubierto por ningún paño.
Los cojines de las sillas de la terraza son recogidos y guardados, el menú para pedir el desayuno a la habitación es situado en un lugar accesible, una hoja informativa de la dirección del hotel sobre actividades y eventos del día siguiente es entregada también.
Las cortinas opacas son cerradas para proporcionar la máxima oscuridad, así como las cortinas principales.
Las toallas usadas del baño son repuestas en su totalidad así como las toiletries, que ya de por sí son muy abundantes.
¿Qué más se puede pedir a este servicio? Sólo una cosa más; muy pequeña, la verdad. Deberían depositar diariamente y no sólo el primer día de estancia, una botella de agua en cada mesita de noche y sería bueno asegurarse si el cliente desea "still" o "sparkling". Por ejemplo, los miembros de "The Leaders Club" lo pueden especificar en su perfil privado de la web.

El resto de las instalaciones y servicios del Hotel Cipriani
Necesitaría dos horas para relatar todas las instalaciones del hotel. No lo haré. Pero no puedo terminar sin comentar que el hotel, digamos, tiene dos hoteles dentro del mismo. De hecho, el nombre completo del mismo es Hotel Cipriani & Palazzo Vendramín. Las habitaciones del Vendramín -y también del Palazzeto- tienen vistas a la laguna y a la Plaza de San Marcos. El Palazzo está situado al otro lado de los jardines del hotel a una muy corta y agradable distancia a pie. Su temporada de apertura es parecida a la del Cipriani (abre veinte o treinta días después que este) y comparte absolutamente todos los servicios e instalaciones del hotel. Por así decirlo, es un tipo de alojamiento más exclusivo y privado pero, como es natural, los precios son más elevados.

El hotel recibe muy cordialmente a los niños, eso es muy de agradecer para los periodos vacacionales. Cuenta con un "Smile Club" para los peques, abierto de junio a septiembre con supervisión de profesionales. También tienen una pequeña piscina vigilada y una sala grande para que puedan pintar y hacer sus trastadas.
Una cosa que me encanta es que tienen kits de bienvenida especiales para ellos con albornoces y zapatillas de su talla; me parece un detalle muy gracioso y de buen gusto.

Desde la recepción del hotel hasta la piscina, puedes perderte por un sin fin de soportales con boutiques de auténtico lujo donde puedes adquirir múltiples artículos tanto de vestir como para casa. Loro Piana, es mi preferida. También tienen una boutique on line, un tanto escasa para lo que puedes encontrar allí.

El Concierge del hotel es muy eficaz y amable. Como no podía ser de otra manera, pertenecen a la asociación "Le Clefs d´or" que se distingue por sus altos estándares en calidad y servicio. Se desviven por cualquier petición, ya sea alquiler de water taxi, desplazamientos de cualquier tipo, reservas en restaurantes, transfers al aeropuerto o cualquier capricho que una persona pueda desear. Muy grandes profesionales.

El hotel también dispone de pista de tenis y sala de fitness. Pero mención especial hay que hacer a su reciente "Casanova Wellness", un romántico espacio donde se puede disfrutar de relajantes masajes para parejas, baño de vapor, sauna y un salón de belleza. No dispone de piscina de hidroterapia.

No quiero cansarles con la descripción de todo lo que se pueden encontrar en este perfecto hotel. Pero si tuviera que resumir todo lo dicho hasta ahora o elegir la cualidad que más me haya gustado; sin dudarlo me quedo con la gran clase y estilo que desprende el hotel por sus cuatro costados. Te puedes encontrar -como me pasó- con clientes absolutamente excéntricos, con indumentarias que rayan lo cursi o lo extravagante. Pero el que frecuenta el Cipriani es un cliente educado que sabe comportarse con gran corrección y que va buscando, aparte de todos los servicios que hemos visto, eso, precisamente tranquilidad, intimidad, buena educación, buenas maneras, trato servicial -que no servil- y agradable.

Preciosa vista aérea de Venecia. Ya saben distinguir el hotel

Mis felicitaciones a todo el equipo que forma el hotel, desde la última camarera de habitaciones hasta Giampaolo Ottazzi, general manager del Cipriani. Mención especial hago a mi querido Roberto Senigaglia que tiene la culpa de que, en breve, vuelva a visitar -esta vez con mi familia al completo- el mejor hotel en el que me he hospedado nunca -y los que leen mi blog saben que pongo el listón muy alto-, el Hotel Cipriani & Palazzo Vendramin.


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